miércoles, 10 de junio de 2015

Mundial Sub-20: Gastón Pereiro, cierra los ojos y pide un deseo

Gastón Pereiro, con Uruguay U20 / TENFIELD

Érase una vez, en Sudamérica, un pequeño país con algo más de tres millones de habitantes donde no paraban de emerger, como si de una fábrica se tratara, muñecos de guerra diseñados con el único objetivo de luchar hasta el final por ganar un balón dividido. Allá por los inicios del fútbol, en los primeros compases del siglo XX, estos chicos, ataviados con zamarras de color celeste, no encontraban un rival a su altura. Combinaban la garra y la fuerza de la mayoría con las pinceladas mágicas de unos pocos para conformar un ejército de 11 hombres sin parangón. Su nombre era Uruguay, y sus hijos, menos que el resto pero creídos con el doble de valor, fueron los pioneros en ganar al mundo entero, doblegando incluso a los titanes en su casa, y se acomodaron en un estado de vida donde rendirse no está permitido.

Cada cual tendrá su favorito. Elegir en un ramillete de jugadores donde se encontraban en el pasado   nombres de la talla Francescolli, Obdulio Varela, Schiaffino, Rubén Sosa, Scarone, Recoba o los actuales Forlán, Cavani, Luis Suárez o Diego Godín no es más que una bendición. Los vigentes campeones de la Copa América, que defienden título estos días en Chile, alternan buenas generaciones con otras más mediocres y sus mejores baluartes jóvenes ya empiezan a demostrar que tardarán tiempo hasta desaparecer de la primera plana del panorama mundial. Los Giménez, Velázquez o Rodrigo Amaral no dejan de avivar la llama del éxito y en Nueva Zelanda, durante el Mundial Sub20 que se está celebrando, un nombre sobresale de los demás: Gastón Pereiro.

Gastón Pereiro (11 de junio de 1995) es un mediapunta espigado, que rompe un poco con la tónica de jugador aguerrido que suele envolver al charrúa. Pereiro es más talento, elegancia, clase y dosis de magia. Es más Francescoli que Forlán, más Recoba que Cavani. Si bien el equipo celeste no está mostrando su versión más vistosa como en el pasado torneo, donde cayeron en la final, los charrúa siguen vivos y se aferran al clavo ardiendo de Pereiro.

Cuando ves jugar a Pereiro por primera vez, la sensación es la de ver a un entrenador jugando con los alevines a los que entrena, de ver a un hermano mayor vacilando a los más pequeños de la familia. Esa sensación de superioridad para con su entorno. Pereiro es un mediapunta al uso, muy alto, rozando el 1'90, al que le encanta tener la pelota el máximo tiempo posible. Zurdo cerrado, pues la derecha la tiene poco más que para el apoyo, hace mejores a sus rivales cuando se siente importante y puede arrancar también desde ambas bandas. Rehuye siempre de lo fácil y trata de buscar la situación más compleja posible que pueda dar sus frutos. Muchas veces juega más de cara a la galería de lo necesario. No corre porque no le hace falta, trota por el campo, su potente zancada y su buen uso de la fuerte carrocería de la que dispone se lo permiten. Se trata de un jugador de fútbol sala encerrado en un campo para 22 hombres donde en vez de goma se calzan tacos. Un romántico de pisar el cuero y chocar con él en posesión dando la espalda a su marcaje. Adora la conducción de la pelota hasta límites insospechados y es de esos jugadores que derrochan elegancia en sus controles, en sus andares y en sus asistencias inverosímiles.

Pereiro es frío y calculador y posee un gran disparo desde la frontal con su izquierda. Congela sus pulsaciones en situaciones donde a los demás les hierve la sangre. No duda, no se pone nervioso y se siente bien cuanto más importancia tiene en el equipo. Prefiere asistir antes que golear y desde hace un año es un fijo en las alineaciones de Nacional de Uruguay. Su 1'88 le permite ser un jugador importante en los balones aéreos y es muy oportunista de cabeza, además, también tiene un muy buen juego de espaldas y una gran habilidad para girar sobre sí mismo. 

Se dio a conocer internacionalmente en el pasado Sudamericano Sub20 donde, pese al buen nivel que mostró, su nombre se asocia al encontronazo que tuvo con un hincha menor de edad al que, según los medios de Uruguay acabó golpeando al término de uno de los partidos del torneo. 

Su parecido futbolístico no tiene cabida con ningún uruguayo, sino que es más bien un jugador muy del estilo de Javier Pastore, sobre todo cuando el hoy jugador del PSG estaba empezando a dar sus primeros coletazos en el mundo del balón. Hace exactamente un año se aseguró la Juventus, el Sevilla y el Udinese habían llegado tarde a por él, pues lo había fichado el Atlético de Madrid, que en Uruguay tiene una mina en las últimas campañas, y se había hecho con sus servicios a la vez que cerró a otro joven baluarte llamado Nicolás Schiappacasse. 12 meses después, Pereiro sigue en Uruguay creciendo a pasos agigantados en una competición que se le antoja pequeña. Si consigue dar el salto a Europa pronto y adaptarse rápido al ritmo que se juega a este lado del charco, Gastón Pereiro puede ser la llave para abrir muchas defensas, un jugador que realmente marque diferencias, pero siempre corre el riesgo de que su extravagancia, su dejadez y su mala cabeza acaben por dejarle en un quiero y no puedo y acabe desaprovechando su carrera en un fútbol menor al que le corresponde su calidad. Mañana, en su vigésimo cumpleaños, tendrá uno de los mejores regalos de su vida: la responsabilidad de eliminar a Brasil y hacer sentir a los suyos que con él, cualquier nuevo Maracanazo es posible.

             

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