domingo, 30 de agosto de 2015

Raúl García: Cuando el escudo va por dentro

"Motivos de un sentimiento, que no se puede explicar". Qué bien lo sabía Sabina aquella tarde de boli y papel en la que tiñó sus versos de un radiante rojiblanco que hoy en día aún suenan en la megafonía del Vicente Calderón. Sin saberlo, el bueno de Joaquín estaba radiografiando a un chico que años más tarde vestiría con las rayas rojas y blancas del Atlético de Madrid y luciría el brazalete con orgullo. Navarro, dorsal 8, de nombre Raúl y apellido García. "Se nos va un hombre, un capitán", palabra de Simeone.

La relación nunca fue idílica, no hay que ser hipócritas, y Raúl y el Atlético pasaron por un matrimonio de amor y odio durante nueve años. El inicio fue ilusionante, como lo son estas cosas cuando empiezan, pero la monotonía derivó en crisis. Qué bien le vino a todas las partes aquel año sabático para curar las heridas.. Aquellos doce meses donde a Raúl lo echaron de casa y enviaron de vuelta al hogar familiar para que madurara, porque estar fuera de casa le había pasado factura. Y es que el tiempo todo lo cura. Incluso las lágrimas de un hombre hecho y derecho en un vestuario por recibir las críticas de la afición que consideraba propia y que amaba. También la pena por perder una final de Copa en el Camp Nou en la que no pudo contribuir.

Hasta que el Cholo los volvió a unir. Se sintieron niños rebozándose en la arena. Dos enamorados a los que les había vuelto a surgir la llama. Estaban mejor que nunca. A golpe de cabezazo, de conquista en estadio rival, de brazalete lucido con orgullo. "No le doy todos los minutos que merece", decía Simeone, que en aquel partido de Supercopa contra el Barça, el primero de LA TEMPORADA, le dejaba fuera de la lista. Por derecha, por izquierda, detrás del punta o acompañándole. Hoy se marcha del Atlético un jugador que ama al equipo donde se ha hecho un hombre mucho más que en el que nació. Se ha impregnado de unos valores que se transmiten de padres a hijos, esos que van de la mano cada domingo al estadio, sea el Calderón o sea el Metropolitano. Porque uno no es de donde nace si no quiere, puede serlo perfectamente de donde pace. 

Hoy no se va un cualquiera. Se va ese que portó el 8 de Luis Aragonés cuando éste nos dejó. Se va el emblema del equipo que más partidos ha jugado en la Champions League con las rayas rojas y blancas. Aquel que, con su sola entrada, es capaz de levantar a todo un estadio de un eterno rival para ser pitado, silbado e insultado. Que hablen, bien o mal, pero que hablen. Aquel cabezazo en Mestalla va a ser recordado por todos los seguidores del Atlético durante el resto de sus vidas como el día en el que se creyó posible que había un enano que podía machacar a dos titanes. 

"Le dejo fuera de la lista en aquel partido ante el Barcelona, y al día siguiente, estaba entrenando el primero, a las 8 de la mañana. No es casualidad lo que le ha pasado", contaba Simeone, que hacía referencia a su condición de segundo máximo goleador del equipo en la conquista de la Liga. Nada es casualidad, como tampoco, que Raúl haya sido jugador fundamental en el mejor Atlético de la historia. Un club que hoy busca reinventarse, donde siempre habrá un hueco para ese 8 eterno. Otro..



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