martes, 29 de septiembre de 2015

Ben Arfa, el Balón de Oro que no quiso ser






  

Cuando la cabeza no juega al mismo nivel que tus pies, las posibilidades de convertirse en jugador olvidado, en juguete roto y en eterna promesa son altísimas y es común que los buenos partidos acaben escondidos en un baúl de los recuerdos. Y eso le sucede a Hatem Ben Arfa (28 años, Francia), que ahora anda buscando en Niza subirse a su último gran tren del éxito. No hay más que ver que hace nueve meses pensó colgar las botas definitivamente cuando la FIFA le dejó seis meses en la nevera sin poder competir por problemas burocráticos para comprobar lo ordenada que está su cabeza. Y es que, tras haber jugado con dos equipos en una misma temporada (Hull City y Newcastle Sub21), su fichaje por el Niza quedó en el limbo y tuvo que estar desde navidades parado.

Y es ahí precisamente ahora, en la ciudad francesa, donde el galo de ascendencia tunecina ha recuperado su mejor versión en el inicio de su primera temporada con los colores del Niza. Es santo y seña del equipo, tiene total libertad en una posición de falso delantero que le permite moverse con peligro por todo el frente de ataque y desquiciar a los rivales. Ben Arfa es desde hace unas semanas uno de los protagonistas de las redes sociales que hoy en día dominan el mundo. Su nombre aparece como Trending Topic cada vez que sale al campo y sus goles son colgados en la red como Vines saltándose las leyes de copyright de una Ligue 1 que no da a basto para borrar las reproducciones de sus regates. La última ante el Saint Etienne, donde con dos obras de arte su nombre volvió a tipearse en los teclados de todo el mundo. El primero, con una perfecta volea ante la que nada pudo hacer el portero del equipo francés; el segundo, en su especialidad, arrancando desde lejos con regates imposibles que en sus botas parecen sencillos y dejando hasta a cinco rivales por el camino en su continuo zigzag que sólo terminó cuando batió al meta con su pierna menos buena. El Genio, El Monstruo, calificaban los tabloides galos el actual nivel de Ben Arfa.


No es la primera, ni será la última, jugada maradoniana de este mediapunta zurdo que de vez en cuando suelta latigazos con ambas piernas. Lleva la pelota cosida a su pie como pocos, elegante, con buena zancada, y de sus tacos salen algunos de los mejores trucos de magia vistos sobre el césped. Este gol suyo ante el Blackburn estuvo en la pelea por el Premio Puskas al mejor tanto del año en 2012, también lo mereció el día en que dejó a cada jugador del Bolton que salió a su paso sentado en el verde antes de marcar. Destaca su disparo desde el borde del área tan colocado como potente, que le hace engordar cada temporada su registro goleador. ¿Entonces, por qué no es uno de los mejores jugadores del mundo? ¿Por qué incluso, muchos de los que son conocedores del fútbol con pinzas, ni siquiera han oído hablar de él? ¿Por qué si sus apodos son 'El Maradona francés' y 'El Geordie Messi' juega en un equipo menor en una liga como la francesa en vez de disputar la Champions League todos los años?

Y es que al fútbol se juega con los pies y con la cabeza. Y sin lo segundo, poco importa lo que hagan los primeros. Ahí radica el obstáculo matriz de Ben Arfa. Chico problemático desde su infancia, crecido en un barrio marginal, hijo de inmigrantes en un entorno para nada favorecedor, el pequeño Hatem nunca pudo tener una niñez tranquila, como mostró ya en aquel encontronazo en Clairefontaine con Diaby cuando ambos no eran más que unos críos. Clairefontaine, la casa de la Federación Francesa de Fútbol, es una residencia a la que acuden los mayores talentos del fútbol galo cuando son aún menores de edad. Un centro de entrenamiento y convivencia por donde han pasado jugadores de la talla de Platini, Zidane, Henry, Deschamps, Blanc o Thuram, y donde consideran a Ben Arfa como uno de los mejores proyectos que tuvieron nunca.

Allá por 2003, con sólo 16 años, Ben Arfa empezó a estar en boca de todos. Hacía un año que había firmado por el Olympique de Lyon, en cuya cantera seguía su formación, pero su hacer con las categorías inferiores de la selección francesa no le dejaban pasar desapercibido. Un año más tarde, con 17, debutó con el primer equipo del Lyon y proyectó su nombre en el panorama mundial con la consecución de la Eurocopa Sub 17 en una final ante España que hacía presagiar un futuro dorado para la selección del gallo. Desde la mediapunta, Ben Arfa lideraba a una camada de chicos entre los que destacaban Nasri y Ménez, y también un Benzema que por entonces alternaba el banquillo con el césped porque el hoy jugador del Milan actuaba en punta. Pepe Pla, capitán de aquel equipo español, recuerda cómo Ben Arfa era no sólo el jugador más peligroso de los galos, sino del torneo, y cómo le resultaba imposible de parar tanto a él como a su compañero en la defensa, Gerard Piqué.

"Si hubiera seguido la trayectoria que apuntaba, hoy estaría jugando en el Barcelona con Leo Messi. Técnicamente los dos son iguales", señalaba el año pasado el propio Karim Benzema tras ser preguntado por el momento de forma del jugador que entonces estaba apartado en el Newcastle. "Con el balón le he visto hacer cosas increíbles, cosas que no vi hacer a nadie, pero no tomó bien algunas decisiones de su carrera", añadía el delantero del Real Madrid.

El del Niza, sabedor de sus cualidades, no ha hecho todo lo posible por ser el mejor jugador que puede llegar a ser. Cierto es que ha vivido los sinsabores de las lesiones de primera mano y que también ha tenido duros encontronazos con sus entrenadores, algunos justificados y otros no tanto, pero en su mano siempre estuvo hacer más. Intenta controlar solo lo que realmente puedas controlar, cosa que no ha hecho. "Sé que algunos pensarán que estoy loco, pero aún sueño con el Balón de Oro. Creo que algún día seré el mejor jugador del mundo", afirmaba hace sólo dos años, uno antes de querer colgar las botas de forma repentina. Nadie al mando de ese cerebro.

Tocó fondo poco después de salir del Newcastle, el mismo equipo que le había hecho rozar el cielo. Pero antes de salir de Francia ya probó las mieles de la polémica cuando cambió Lyon, el club que se lo había dado todo, por Marsella, los eternos rivales. Poco después su mala fama cogió altura cuando cayó en rebeldía. Newcastle, el equipo donde siempre soñó jugar, se había propuesto firmarle y él, prendado por el interés del equipo donde jugó su ídolo Ginola, decidió con malas artes que o iba a Newcastle o no volvía a jugar en el Velodrome. Tras un verano de tiras y afloja recaló en el conjunto inglés y tras unas pocas jornadas de Liga, una entrada desafortunada de De Jong le partió la pierna. Se plantearon incluso la posibilidad de amputársela porque la cosa se complicó más de lo debido. Afortunadamente no sucedió.

Ahí comenzó su calvario con los quirófanos y las salas de fisioterapia, donde se ha pasado desde entonces el mismo tiempo o más que en los terrenos. Estuvo un año en el dique seco por aquella rotura de tibia y peroné y cuando regresó lo hizo tocado por una varita. Cuajó la hasta entonces mejor temporada de su vida, colocando al Newcastle entre los cinco mejores equipos de la Liga, algo impensable, y se erigió como un auténtico líder. Con total libertad de movimientos, la banda derecha era su hábitat y cada pelota que cogía entrañaba un peligro desmedido. Curioso era ver cómo si jugaba en casa y agarraba el cuero a mitad de cancha, la afición local entonaba un 'ooohhh' claro de "peligro, este la lía", mientras que en el 'ooohhh' que se escuchaba si jugaba de visitante, la hinchada de casa mostraba en su entonación el miedo y la desesperación por ver a un hombre sortear a sus defensas cual conos en un entrenamiento.

Y tras una temporada de ensueño, los problemas, entonces musculares, retornaron. La precipitación del club porque reapareciera jugó en su contra y nunca más volvió a dar una tarde de gloria en St. James Park para desesperación de los geordies. Ben Arfa, además, descuidó su forma tras una temporada de sinsabores y volvió pasado de peso para los últimos encuentros de la campaña, donde el equipo se jugaba el descenso. Ahí le hizo la cruz Coloccini, capitán del equipo y quizás el manda más del vestuario y tras el verano, en el club le informaron de que no volvería a jugar en el primer equipo. Alegaron que había vuelto gordo y que su profesionalidad no era acorde con la entidad del club. Le suspendieron de empleo y sueldo hasta que se demostró que sus niveles de masa corporal estaban acordes con el que estaba marcado e incluso había llegado más fuerte y en mejor forma de lo que le exigían. Surgieron las dudas sobre si habría alguna estrategia sucia del equipo para deshacerse de él.

El caso es que, mientras la afición colgaba pancartas en todas las jornadas con su cara y el lema 'hope' (esperanza), Ben Arfa se desempeñaba con el equipo reserva en lo que era para él, literalmente, un juego de niños. El último día de mercado se marchó al Hull City, donde sólo duró seis meses para posteriormente rescindir con el Newcastle. Cabe destacar, por cierto, que en el duelo que enfrentó a Tigers y Magpies en el feudo de los segundos, Ben Arfa vio el partido desde la grada incrustado entre la hinchada local, la hinchada de su vida, la del equipo para el que soñó jugar. Fue entonces en ese invierno, tras quedar libre, cuando el Niza lo firmó y la FIFA impidió su participación al considerar los partidos reservas del Newcastle como oficiales.

Ahora, tras seis meses entrenando en solitario y poniendo su físico en forma, Ben Arfa sueña con el fútbol. Sus pies le dicen que quiere ser Balón de Oro hasta que su cabeza le incite a retirarse. Ha marcado seis tantos en lo que va de temporada (todo el Newcastle junto a hecho cinco) y es uno de los máximos goleadores de las mejores ligas europeas. Vuelve a estar en boca de todos. La llamada de la selección, que parecía difícil e incluso, imposible, pues en su eterna lucha con entrenadores tiene a Deschamps en la pole (dirigía al Marsella cuando se declaró el rebeldía), puede estar cercana, con el propio seleccionador afirmando que le va a seguir de cerca durante toda la temporada animándole a "seguir por este camino". Con el 9 a la espalda vuelve a probar el sabor de la victoria. Ya se especula con que su futuro anda lejos del Niza, Sólo tiene un año de contrato y su nivel actual es acorde con el de los mejores de Europa, pero falta saber si alguno se atreverá a apostar por la irregularidad hecha persona. O incluso, si el Newcastle, con el permiso de Coloccini, vuelve a hacer una ofensiva por él. Las pancartas en su apoyo ahí siguen los domingos, por si acaso...



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