jueves, 29 de octubre de 2015

Mundial Sub17 (2015): ¿Quién es Víctor Osimhen?

Si por algo se está caracterizando este Mundial Sub17 de celebrado en Chile es por la diversidad de goleadores que está teniendo. Sin ir más lejos, el tercero en la tabla goleadora es el francés Ikone, con dos dianas, que sólo ha disputado 90 minutos. Es por eso que llama la atención que en lo alto de la lista se cuele el nombre de Víctor Osimhen, un auténtico desconocido para el fútbol europeo al que nadie ponía en sus quinielas para despuntar, que ha logrado siete tantos en cuatro partidos con la potente Nigeria y a quien nadie pone en duda a día de hoy gracias a los 39 goles en 70 partidos logrados con todas las categorías inferiores de los africanos, pese a que no existen registros oficiales con su club, el Ultimate Strikers FC. 

Con sólo 16 años (nacido el 29 de diciembre de 1998), es habitual que se ponga en duda la edad de los chicos africanos que más destacan en estas lindes. Un pan nuestro de cada día que parece no tener solución. Teorías conspiratorias que trato de obviar hasta ver pruebas que lo demuestren. Lo que no es de recibo, en cambio, es la estatura oficial que la Federación Nigeriana de Fútbol ha entregado a la FIFA, tanto del delantero como del resto de la plantilla. Sólo uno de los 21 supera el 1'69m cuando, particularmente, los veo a todos por encima incluso del 1'80. Ese es también el caso de Osimhen, a quien la oficialidad le otorga un menudo 1'60m que no hace justicia con su apariencia física. Sin ir más lejos, en su debut ante Estados Unidos logró anotar su primer tanto del torneo tras ganarle en carrera al defensor Hugo Arellano, a quien la vista emparejaba con un tamaño similar y en cuya ficha técnica la FIFA da un 1'83m.
     *(Transfermarkt le da a Osimhen 1'85 metros)

Y es que es bastante importante el tamaño a la hora de definir un jugador. 20 centímetros arriba o abajo es un factor diferencial para comprender que Osimhen no es un ratón de área sino más bien todo lo contrario. Es alto, espigado e incluso patizambo. Puro ADN africano. Una mezcla entre elegancia y reggae, un mejunje entre las visuales carreras de Henry y los pies de bailarín de Adebayor. Tiene muchas cosas del segundo, aunque no vive mal lejos del área. 

Con él como punta de lanza, Emmanuel Amunike quiere revalidar el título para las Águilas, que lo lograron en 2013 con Iheanacho como estrella. No le iría mal a Osimhen seguir el camino de éste, pues tras brillar en este mismo torneo Iheanacho fue fichado de inmediato por el Manchester City. De momento, se tiene que conformar con desfogarse los fines de semana en el Ultimate Strikers FC nigeriano, un equipo amateur del país, una escuela de formación. También querrá el ex jugador del Barcelona, ahora a los mandos de esta nave, quitarse la espina de la Copa de África Sub17, donde sólo pudo llevar a los nigerianos a ser terceros. Un torneo en el que, por cierto, Osimhen se llevó la Bota de Oro y empezó a escribir su nombre en el fútbol africano gracias a cuatro tantos.

Su actuación fue tan buena que de inmediato le dieron la vicecapitanía para mostrarle la importancia de coliderar al grupo. Es un jugador de área, de remate al primer toque, de estar donde hay que estar para rematar cualquier balón, para rebañar cualquier rechazo. No obstante, su amplia zancada le permite ser un jugador peligroso desde la distancia. Rompedor de líneas adelantadas, cuando conduce el balón, de forma atropellada, eso sí, se convierte en un jugador inalcanzable, como en su duelo ante Croacia. Sus conducción es temeraria, eso sí, y el balón no va cosido al pie ni siempre a la misma distancia, pero el logro sigue siendo positivo. Tampoco cae mal a banda y cuando lo hace sabe asistir. De hecho ya ha regalado algún gol con un buen centro. Su mejor remate es con el interior de la bota, tocando con cariño y con efecto, colocando el balón. Anoche pudimos ver su mejor versión en el partido de octavos de final ante Australia, con un hat trick de todos los colores. El primero, tras una larga carrera escorado en banda, recorte hacia el centro y golpeo ajustado; el segundo tras cazar un balón muerto en el área con alma de delantero; el tercero, quizás el de más clase, poniendo la pelota en la escuadra en un golpeo dificilísimo, sin ángulo y sin casi recorrido de pierna. Ante Chile, anfitriona, logró convertir de cabeza y desde los once metros, una suerte normalmente reservada para el capitán Nwakali.

Ha marcado en todos los partidos y ahora tendrá el más difícil hasta el momento. Será en cuartos de final ante Brasil el próximo domingo (20:00 h., Eurosport 2), aunque no le teme a nada. "El objetivo es defender el título y estamos aquí para lograrlo. No tenemos ninguna presión", defiende. "Estoy muy orgulloso de que la gente hable de mí. He marcado goles y logrado títulos, como la Bota de Oro en la Copa África Sub17, pero un Mundial es totalmente distinto", continúa. "Está siendo una experiencia increíble". Comparado con jugadores como Adebayor por su zancada y conducción o con Eto'o por su habilidad goleadora, no rehusa hablar del que para él es su ídolo. "Didier Drogba es mi modelo a seguir. Representa el tipo de jugador y persona que me gustaría ser. Espero desarrollar la misma capacidad con la pelota y marcar goles importantes. Es un icono, una leyenda. Me gustaría poder ser capaz de ser como él, o incluso mejor", se sincera ante los medios de la FIFA.

Destaca en su discurso la cantidad de ocasiones en las que repite la palabra 'equipo' cuando se le pregunta por logros individuales. Reparte el protagonismo del grupo y menciona al cuerpo técnico como impulsor del éxito del combinado. "Otras generaciones anteriores dependían mucho de la calidad individual de algún jugador, pero aquí no hay nadie imprescindible". Ahora, tras su puesta en escena ante Australia, descansa y medita para el próximo encuentro contra la todopoderosa Brasil, que tiene en Leandrinho a uno de los mejores jugadores del torneo. "Los chicos pasan su tiempo libre fuera, saliendo y con algunos videojuegos. Yo prefiero quedarme en mi habitación y pensar qué es lo que tenemos que hacer para ganar", termina. De momento funciona.  

Osimhen celebra su gol ante Croacia / GETTY IMAGES

miércoles, 28 de octubre de 2015

La segunda oportunidad de Alexandre Pato, el eterno lesionado

Sueña el Sao Paulo con volver a jugar la Copa Libertadores el próximo curso. Y por el buen camino va el equipo paulista, que a falta de seis jornadas para el final de la Liga empata a puntos con el Santos, último equipo clasificado para jugar la competición hasta la fecha. Y gran parte del mérito reside en las piernas de Alexandre Pato (26 años, Brasil), que ha encontrado en el Tricolor la estabilidad necesaria para hacer que su nombre retumbe por todo el mundo. Rodeado de jugadores como Ganso, Michel Bastos, Rodrigo Caio, un veterano Luis  Fabiano o Breno Borges, cuyos últimos años darían para hacer una trilogía cinematográfica (le fichó el Bayern de Múnich con 18 años tras ganar cantidad de premios individuales, se rompió la rodilla, sufrió múltiples operaciones de las que no encontró remedio y fruto del desconsuelo, una tarde se emborrachó, se tiró por la ventana primero e incendió su casa entera después para acabar siendo encarcelado por tal acto), Alexandre Pato ha encontrado la confianza que perdió en Europa y ha podido, toquemos madera, solventar su viacrucis con las lesiones, las causantes de estropear la carrera de uno de los futuros más prometedores de los últimos años, por el que incluso llegué a apostar y pronosticar como fijo en el podio del Balón de Oro durante varias ediciones. 

Se pelean por él hoy algunos equipos importantes de Europa, como el Manchester United, el Borussia Dortmund o el Tottenham, y ha conseguido que el club que hace unos meses lo quería regalar, el Corinthians, quiera quedarse con él pese a tenerlo cedido en Sao Paulo o venderle por una millonada. Su retiro anticipado a Brasil ha devuelto la sonrisa a un jugador que una vez soñó con ser el mejor del mundo, que iba camino de ello, pero que nunca pudo lograr superar una gran barrera. Las lesiones. Su retorno a Europa se pide a gritos.

Pato pelea con Iniesta por un balón en la final del Mundialito
Jugador de fútbol sala desde la infancia, cuando cumplió los 13 años le recomendaron probar sobre el césped. Debido a su velocidad, potencia y zancada, el parqué se le quedaba demasiado pequeño y el Internacional de Porto Alegre le brindó la oportunidad que pedía a gritos. Y es que Pato nunca llamó a la puerta de nadie. Más bien la tiró de golpe y con 16 años los grandes de Europa hacían cola como en una pescadería para poder elegirle a él, la mejor materia prima. Sus vídeos jugando en la categoría Sub20, frente a chicos cuatro años mayores, se hicieron virales y rápido empezó a estar en boca de todos. Tanto que nada más cumplir los 17, en noviembre de 2006, debutó con el primer equipo en la primera división brasileña para comenzar una carrera meteórica. Lo hizo con un tanto y dos asistencias en la victoria por 4-1 ante Palmeiras. Su gran escaparate llegó sólo un par de semanas después en el Mundialito de Clubes. Un tanto suyo en la semifinal dio el pase a la final a los brasileños, donde contra todo pronóstico doblegaron al Barcelona de Ronaldinho, Xavi, Deco o Iniesta que dirigía Frank Rijkaard. Escorado en la banda izquierda, Pato fue un constante dolor de muelas para Zambrotta, que nunca encontró el remedio para frenarle. Tal fue la superioridad del joven talento, que el técnico blaugrana decidió retirar al italiano en el descanso para dar entrada a un Belletti que no corrió´mejor suerte.

Un niño espigado, delgado y con la cara llena de espinillas y aparato en sus dientes que era un torbellino cuando agarraba la pelota. Su físico, eso sí, no aguantaba entonces para 90 minutos de tanta exigencia y pasada la hora de juego, tras asombrar a medio mundo, se marchó desfondado al banquillo. Aquella mañana en Europa (el partido se jugó en Japón y en España era horario mañanero) no venció el Barcelona. Tal fue su impacto que en unos meses más tarde el AC Milan fue el equipo más rápido de todos y se hizo con sus servicios por 24 millones de euros, la mayor cifra pagada jamás por un menor de edad. Una condición que le hizo quedarse hasta enero de 2008 en Brasil, cuando ya tenía 18 años y el mercado estaba abierto. Se lo arrebataron, entre otros, al Inter de Milán, que rápido puso su objetivo en otro talento del país, al que firmaron con 15 años: Philippe Coutinho.

Nada más cruzar el gran charco fue el turno de su evolución física. En pocos meses, el jugador endeble, espigado, con un cuerpo difícilmente aprovechable para el fútbol profesional, ganó peso y masa muscular. Se convirtió en titular en Italia desde el primer día compartiendo delantera con Kaka, Ronaldo o Inzaghi. Superó su timidez, la misma que le privó de mantener casi contacto con los compañeros el primer mes de entrenamientos en el primer equipo del Sao Paulo, a base de goles. Logró hacer nueve dianas en sólo seis meses y dejó atrás la figura de adolescente débil para dar paso a una maquina de potencia infinita cuyo rendimiento se multiplicaba cuando arrancaba con el balón en sus botas. Capaz era de recorrer el campo entero conduciendo la pelota en menos de 11 segundos, prácticamente igual de rápido que sin él. Sus cifras goleadoras aumentaban cada vez más y en tres temporadas y media ya sumaba 60 tantos con la camiseta rossonera
Pato celebra un tanto en 2011 / CLAUDIO VILLA
Tal fue su evolución que en 2009 fue ganador del Golden Boy, premio que se otorga al mejor jugador menor de 21 años, considerado como la antesala del Balón de Oro, y que tiene entre sus galardonados a Messi, Agüero, Fábregas, Rooney, Götze, Pogba o Sterling, último vencedor, entre otros. Pocos jugadores en el mundo despertaban más pavor a los rivales que Pato. Un falso delantero que caía a banda para regatear como los mejores extremos, un rematador notable al primer toque en el área, y una bala rompiendo las defensas por el centro imposible de frenar. Claro, que no del todo, pues sí lo hicieron sus mejores enemigos. No fueron los zagueros, sino las lesiones. Arrancó 2010 y como si de un conjuro de año nuevo se tratara de su archienemigo, Alexandre Pato empezó a visitar más las camillas de hospital y las salas de fisioterapia que los campos de entrenamiento. En los siguientes 24 meses le diagnosticaron 16 lesiones musculares y comenzó a ser un auténtico quebradero de cabeza para los técnicos y, sobre todo, para Silvio Berlusconi.

Nunca estuvo claro cuál fue el origen de dichos males. Incluso, a día de hoy, la especulación es máxima. Se decía que su físico no le permitía jugar al máximo nivel, que su musculatura no era propicia para el fútbol, que se practica a diario casi al máximo nivel. Se comparó su fisionomía con la de atletas como Usain Bolt, que si bien entrenaban a diario, no podrían soportar el competir al máximo rendimiento cada semana o cada tres días. Entre 2010 y 2011 se pasó alejado de los terrenos de juego 152 días de 365. Viajó a Alemania, Estados Unidos, Francia o España, y nunca nadie supo entender el porqué de sus interminables roturas fibrilares, elongaciones y desgarros. Pato jugaba un partido, se lesionaba, pasaba tres semanas apartado y en su retorno volvía a caer para ser retirado en camilla entre desesperación, tristeza y, a veces, lágrimas. De los pocos recuerdos de 2011 positivos encontramos un auténtico golazo al Barcelona que resume su estilo. Rápido, potente, veloz, vertical e imparable.

Pato, en una de sus lesiones / GETTY IMAGES
En 2012 apenas pudo vestirse de corto y Jean-Pierre Meersseman, médico del Milan, llegó a pedir ayuda espiritual para curar al brasileño tras lesionarse en un partido ante el Barcelona a los 14 minutos de juego. "Ya no sé qué hacer, no sé a qué santo rezar. Ha estado viajando por todo el mundo, viendo a los mejores especialistas y nadie ha sabido encontrar solución a su problema. Pido consejería espiritual para él", admitía. "Sus lesiones no son normales. Lo hemos examinado con todos nuestros medios y no es normal que un chico de su edad sufra estos percances", señalaba Allegri, entonces técnico del equipo milanés, que apuntaba además que todas las lesiones se habían producido en San Siro. "El campo no tiene nada que ver. Es sólo un dato estadístico, la última fue en un movimiento sistemático", terminaba el entrenador. Más allá fue Silvio Berlusconi, prácticamente su segundo padre, que no sabía cómo gestionar la situación de un jugador por el que había pagado 24 millones de euros en 2007, por el que había rechazado ofertas de 35 millones de euros en 2011 (Ancelloti lo quería en su PSG de todas las formas posibles) y que ahora no valía más que 10 millones de euros, por mucho que los estudios futbolísticos apuntaran que en 2012 su valor de mercado ascendería a 60 millones. 

"Pato es un problema, esperemos que pueda curarse realmente. Es un problema porque era el jugador de mayor futuro que tenía el Milan", declaró el presidente. "Era el jugador de mayor valor y futuro que tenía el AC Milán, ahora es verdaderamente un problema, incluso porque no se sabe qué hacer con él", sentenció. La solución fue volver a casa. El Corinthians puso encima de la mesa cerca de 10 millones de euros y en enero de 2013 retornó a la liga brasileña como estrella. Pato, despedido con honores entre la plantilla italiana, tuvo que poner de su bolsillo algunos millones más y se quedó con el 40% de sus derechos, dinero que ahora percibiría en caso de salir vendido.


Ya desde Sudamérica, el brasileño no dudó en culpar al club transalpino de sus problemas musculares. "Yo creo que no dependía de mí. Jugaba y me lesionaba, me recuperaba y de nuevo caía. Creo que los doctores me forzaban a jugar antes de tiempo", se sinceraba. Desde Italia se apuntaba a que el jugador sufría una enfermedad de degeneración muscular que le hacía totalmente vulnerable, una teoría que nunca se terminó de demostrar. Con todo, varios expertos que le habían tratado, así como parte del cuerpo médico del Milan, apuntaban en 2012 que el origen de las lesiones se encontraba en un crecimiento desigual de fisionomía

"Pato ha crecido ocho centímetros desde que llegó en 2007 y hay una diferencia de nueve kilos de peso entre el chico que vino con 18 años y el que ahora tiene 22", revelaba un médico del club. "El cambio de su altura se produjo sobre todo en la segunda mitad de su estancia aquí y su cuerpo no estaba listo para ello. Ahora tiene un desequilibrio físico que le ha afectado en su postura y le produce todos estos problemas", aseguraba, y añadía que no era un problema sin solución. "Es sólo cuestión de tiempo, con entrenamientos adecuados debería superar sus lesiones perennes"

Una teoría defendida por el Doctor Augusto Morandi, célebre cirujano ortopédico de la ciudad que inspeccionó también al brasileño. "Sus problemas tienen causas multifacéticas. Un atleta en su desarrollo de los músculos debe progresar en dos sentidos a la vez. Por un lado, debe haber crecimiento y mejora de la masa muscular en sí, y por otro tiene que haber una progresión en la elasticidad de crecimiento del músculo". Para el delantero, el crecimiento no ha sido proporcional y esto se ha traducido en múltiples problemas musculares. Además, Morandi apunta también a problemas de otra índole como una mala costumbre de pisada o problemas dentales. Éstos últimos le trajeron de cabeza cuando aún era un adolescente.

El preparador físico Matteo Bisoffi añade a todo este mejunje una variable más. "Creo que no se puede obviar el componente genético. Pato es un jugador con una gran cantidad de fibras blancas, que son las que proporcionan velocidad y explosividad. Cuanto mayor es el porcentaje de éstas en el cuerpo, más riesgos hay de una lesión", comenta, y compara su caso al de uno de los mejores delanteros de todos los tiempos. "Puede haber un paralelismo como lo que sucedió con Ronaldo, cuyas articulaciones y rodillas no podían soportar su explosividad", afirma, y no duda en ocultar que bajo su visión, también afecta el factor psicológico, pues el jugador había estado sometido a la presión de no dar la talla y de ser un problema público para el club; y el estilo de vida, que no entró a cuestionar por desconocer el entorno del brasileño.





Sea como fuere, parece que los doctores no se equivocaban y sus problemas sí tenían solución. Han cortado, eso sí, a uno de los mejores proyectos del mundo durante tres años y su progresión, obviamente, ya tiene techo. Nunca llegará a ser lo que apuntaba. Con todo, su retorno en Brasil nunca fue fácil. En el Corinthians no encontró su sitio y pese a que sus cifras no eran malas, pues hizo 14 tantos en su primer año, el presidente Roberto Andrade nunca estuvo satisfecho y lo cedió al Sao Paulo, donde ha explotado definitivamente. Desde 2014 hasta el día de hoy ha logrado 38 tantos con el equipo Tricolor y su caché se ha vuelto a disparar. Así, Andrade, quien llegó a considerarle como "un auténtico problema", dispuesto a venderle por algo menos de lo que costó, ahora se niega a hacerlo por menos de 25 millones de euros, el que sería su traspaso más caro. "Si vienen con 25 millones de euros lo venderé, si no, Pato estará aquí el año que viene", asegura, por mucho que la voluntad del jugador, hasta la fecha, sea mantenerse en Sao Paulo.

El brasileño es una de las perlas de la Serie A brasileña y a sus 26 años, el clamor popular le pide a Dunga la vuelta con la selección, con la que no acude desde 2013. El Chelsea apuntó su nombre el pasado verano pero su condición de extracomunitario acabó con Mourinho decantándose por Pedro y parece que de salir, la Premier League sería su destino, donde hoy Manchester United y Tottenham se lo rifan. En su día, el propio delantero prometió que si volvía a su nivel retornaría a la disciplina del Milan, aunque mucho ha llovido desde entonces para las dos partes. También lo quiere Tuchel como complemento a su ataque totalmente vertical del Dortmund que le vendría a las mil maravillas. De momento, Pato sonríe en Sao Paulo, donde ha vuelto a hacer el corazón semana tras semana con sus manos y donde, de nuevo, puede volver a soñar.

lunes, 26 de octubre de 2015

La alargada sombra de Rossi, el legado de Marc

    

Han pasado ya más de 24 horas desde la acción de la vergüenza que es y será noticia durante las dos siguientes semanas, hasta que Valencia dicte sentencia. Lo que hizo ayer Valentino Rossi es deleznable. Quizás la mancha más grave en su currículum, que sólo es impecable en cuanto a títulos. Cierto es, por otro lado, que Marc Márquez tampoco va a recibir el premio Fair Play. Así lo entendió Dirección de Carrera: sanción para uno por el gesto, toque de atención para el otro por su puesta en escena para hacer valer las palabras de Rossi en rueda de prensa el jueves. Márquez iba a fastidiarle. No extrañaría a nadie, por otro lado, que el 93 calificara el último en Cheste. Un sainete de mal gusto. El circo que ya aventuró Stoner.

Madrugué, como siempre desde que tengo uso de razón (en algunas confirmo que fue más bien trasnochar), para ver las pasadas y repasadas de los chicos de la categoría pequeña que para mí son los teloneros perfectos para los mayores y con los que admito, me lo paso mucho mejor incluso que con la categoría reina. Reconozco que me eché una cabezacita en Moto2, con todo el pescado vendido y Zarco en plan Atila, para estar más que despejado para la que se antojaba carrera de más tensión en los últimos lustros.

Supe que algo raro iba a pasar cuando vi a Valentino erguirse encima de la moto, mirar hacia atrás y recriminar con la mano la actuación de Marc. Cosa muy normal en otros tiempos, por otro lado. En ese momento comprendí que cada curva iba a ser un examen para el catalán y que Rossi estaba barruntando algo, como tantas y tantas veces ha hecho. Son muchos años viendo carreras y por eso no entiendo a los que ayer perdieron un mito. Probablemente nunca lo vieron correr. Porque Rossi siempre ha sido Rossi. Bueno, no. Hubo una época, con el pelo largo, o de colores, en la que se hacía llamar Rossifumi, pero eso es otra historia. Poco elegante fuera de la pista, igual o más que fuera. Un niño grande, que nunca quiso madurar (como sí Jorge Lorenzo, por ejemplo) porque todo lo que provocaba lo solucionaba con una sonrisa y el clamor popular de quien mueve a la masa contándose por millones. Sin entrar a valorar, claro está, su capacidad de competir, su técnica y sus cualidades encima de una moto. Porque sin duda es el mejor piloto de la historia, capaz de ganar con un hierro en la época donde de verdad ganaba el piloto y no la moto, que importaba mucho, pero no tanto como ahora. Capaz también de medirse con estas nuevas generaciones de talentos y con unas máquinas que en nada se parecen a cuando él creció, ha tenido que reaprender a pilotar.

El 46 no entró con buen pie en el campeonato. Su primer gran enemigo, y su rival histórico por defecto, fue Max Biaggi, el dominador claro del cuarto de litro. Biaggi era un ídolo de masas, pero nunca fue el mismo cuando el de Tavullia irrumpió en el campeonato. Entonces, como pasaba con Marc, Valentino tenía su pared repleta de posters del piloto romano, que se convirtió en su archienemigo en cuanto pisó el paddock. Y lo fue incluso sin competir en la misma categoría. El primer año de Rossi en 125 fue un absoluto caos y desde su equipo se le pidió mesura. Tras más de un toque de atención, sus mecánicos y jefes le instaron a tomar a Biaggi como modelo, cosa que provocó en Rossi un fuego interior que hoy perdura e inició ese odio hacia el romano que nunca se terminó de ir del todo, por mucho que hoy puedan ser capaces de forma cordial de referirse el uno del otro. 

"¿Te gustaría ser el Biaggi de 125cc?", le preguntaron a Valentino, por la posibilidad de ganar más de un campeonato en la categoría pequeña. "Es él quien quiere ser el Rossi de 250cc", respondió ante la incredulidad de los medios. Esto alertó a Biaggi, que ya sabía que un chico de su misma nacionalidad venía haciendo ruido sobre la pista y criticándole por la espalda. En la gala de entrega de premios de fin de temporada, el romano estaba soltando un discurso tras recoger su cuarto título consecutivo de 250cc cuando Rossi, en primera fila, comenzó a reírse a carcajadas, a cuchichear y a interrumpir de forma maleducada el momento de gloria de su compatriota.

Rossi, con la muñeca hinchable en Mugello
"¿De qué coño te estás riendo?", le preguntó bastante enfadado Biaggi. Tuvieron que interponerse entre ellos para que no llegaran a las manos. Y es que la relación, que nunca existió de forma positiva, se hizo insostenible cuando unos meses antes Valentino cruzó la línea que no se puede rebasar. Lo hizo en casa, en Mugello, para que escociera más. Se pasó semanas antes de la carrera siendo el objetivo de la prensa rosa por sus polémicas y desacertadas declaraciones sobre la relación que Max tenía con la modelo Naomi Campbell, considerada entonces (1997) como la mejor sobre las pasarelas junto a la alemana Claudia Schiffer por la revista Forbes. ¿Qué hizo Rossi en Italia? Celebró la carrera que había ganado dando la vuelta de honor con una muñeca hinchable en cuya espalda estaba escrito el nombre de la modelo alemana. Nunca negó que lo hizo para burlarse de Max. 

En plenitud de dominio italiano en la categoría reina, ya con ambos sobre la pista al mismo tiempo, la relación no hizo más que empeorar, siempre luchando por el primer puesto sobre el asfalto y por ver quién tenía la lengua más larga en los micrófonos. Se toparon dos egos de tal magnitud que todo acabó por explotar. En la pista, Rossi siempre fue superior a un Biaggi al que acabó torturando psicológicamente y que acabó finalmente sin conseguir su corona en la máxima categoría, desquiciado. El piloto más fino desde Doohan, quizás el más talentoso tras haberse subido por primera vez a una moto a los 18 años. Pocos o ninguno pueden aprender en tan poco tiempo. Como Ullrich con Armstrong. Uno tenía las mejores condiciones vistas jamás, el talento. El otro, que malo no era, acabó jugando con él cual marioneta.

En Suzuka, Biaggi pasó al Doctor con una maniobra al límite en la que sacó el codo a pasear cuando Rossi pretendía chocar carenado con carenado y el 46 se fue a la tierra en recta. Sólo un par de giros después, su venganza se consumó en forma de adelantamiento y peineta. Un gesto que explicó y repitió sin ningún tipo de pudor antes de subir al podio. ¡Ay!, el podio, qué bien se lo debieron pasar allí los dos. Sobre todo en el interior de las instalaciones, donde antes las cámaras no llegaban. A Biaggi aún debe dolerle en el alma el empujón y puñetazo que le propinó por detrás Gino Badioli, entonces jefe de Rossi, cuando accedían al hall donde les esperaban algunas bebidas frías antes de salir en público. Biaggi, el Corsario, devolvió el empujón y luego fue objeto de un lanzamiento de botella que le golpeó, para acto después, ser asaltado por un Valentino que le agredió tanto verbal como físicamente. Biaggi, obvio, que no era una hermanita de la caridad tampoco, devolvió los golpes. Así lo relataban Capirossi, tercero en discordia y el personal de la organización presente, que decidió no premiarles en el podio a modo de reprimenda.


Pero que Biaggi sea el máximo enemigo histórico de Rossi no significa que sea el único. "No podemos ni vernos, no nos soportamos", ha llegado a afirmar Valentino. Su último gran encontronazo en pista fue en Donington Park, en 2002. Con una ventaja suficiente, el Doctor decidió entrar en meta sentado de lado sobre su Honda, con los pies fuera de las estriberas en un acto de superioridad. Biaggi, que vio que iba muy lento, no sólo dio el todo por el todo para tratar de rebasarlo dejándole en ridículo, sino que pasó a pocos centímetros de un Rossi que colgaba literalmente sobre su montura, algo que éste calificó de peligroso. "Biaggi suele hacer este tipo de mierdas cada fin de semana porque siempre me va viendo el culo", lo quiso argumentar. La rivalidad, incluso, se extrapoló a otros deportes y a otras disciplinas. Cuando la Fórmula 1 los invitó a probar, el objetivo seguía siendo el mismo: batir a mi rival. El corsario probó con un Midland, escuadra que nunca ganó un sólo punto en ninguna carrera y Rossi lo hizo con Ferrari. Ganó Max, que no dejó nunca de recordarle que él había ido más rápido en lluvia y con un coche peor que Rossi en seco. También se lanzaron besos cuando el romano estaba en Superbikes ganando campeonatos. Max, con Aprilia (que no estaba en MotoGP) invitó a Rossi a un Gran Premio para volver a competir juntos pues él no podía volver y Rossi le contestó que iría cuando fuera un viejo, dejando caer que es lo que era el romano.

Rossi, entrando sentado de lado en Gran Bretaña en 2002
Los tres últimos años de Biaggi en MotoGP nos proporcionaron batallas épicas, duelos intensísimos entre los dos, adelantamientos con gestos, picardía y más de una mirada desafiante recíproca en las curvas más peligrosas, en las rectas más largas. Te adelanto y te lo restriego por la cara. Pero en ese tiempo emergió una figura que amenazó con quitar el sitio de enemigo a Biaggi y disputó más de una carrera con Rossi. Fue Sete Gibernau, con quien el italiano particularmente jugaba a su antojo para no aburrirse en las pruebas. Aquel toque en Jerez, en 2005, supuso una ruptura en la relación que hasta entonces existía entre el español y el italiano, máximos candidatos al título durante un par de años. 

La rivalidad con Sete fue pasajera y con Hayden inexistente. El norteamericano, al que Valentino subestimó de una forma descomunal, acabó llevándose el título en Valencia por un error del propio transalpino. A Hayden Rossi no lo volvió loco. Nunca le hizo falta, Nicky vivía en un estado propio de locura y ese año fue más bien Pedrosa (que lo tiró en Estoril en la penúltima carrera del año) quien le puso un poco fuera de órbita. 

Entonces llegaron las rivalidades con Stoner y Jorge Lorenzo, la savia nueva del paddock. Siempre desquició al español, al menos a la primera versión del Lorenzo inmaduro que se veía hace años y lo hizo desde el primer día, construyendo un muro para que nadie pudiera ver lo que en su box se barruntaba, para que el hoy 99 no lograse beneficiarse de la evolución de la moto que hacía Valentino. Stoner era distinto. Lo fue desde el primer día y es el único piloto en la historia que ha podido con el italiano en la pista y fuera de ella. Se abstraía de todo con mucha facilidad y cuando hablaba era para dar en la diana. Nunca perdonará a Rossi que creara la falsa idea de que le ganó el título con Ducati porque la marca italiana corría más. Por eso, entre otras cosas, se marchó a Honda. Como Rossi nunca perdonará que el australiano fuera capaz de ser campeón donde él ni siquiera logró un aprobado. Mucho tiempo dedicó Valentino a subestimar lo que el canguro había hecho con la montura roja, no se cortó la lengua al afirmar que él sería incluso superior con los italianos y que sería campeón con facilidad y luego se acabó dando de bruces cuando tuvo la ocasión. Una de ellas, encima, tiró a un Stoner que acabaría siendo campeón del mundo. Fue en 2011 en Jerez, con el Australiano ya en Honda y el italiano con Ducati. Rossi, a quien las caídas en carrera se le cuentan con los dedos de una mano, entró larguísimo, perdió la verticalidad y arrolló al canguro, que le dedicó un corte de mangas desde la grava y seguro que bajo el casco no le mandó besos precisamente. A los pocos minutos, el italiano se acercó al box de Honda para disculparse por su acción y Stoner le puso en su sitio con clase, saber estar, como nunca nadie lo había hecho. "Tu ambición es más grande que tu talento", le dijo, descolocándole. Una frase que dio la vuelta al mundo y por la cual, los tiffosi del italiano le hicieron la cruz al 27.

Nunca supo Rossi cómo meterle mano al australiano, que le venció dos títulos en pista, le arrebató la razón fuera de ella y nunca perdió la compostura como todos los que antes habían entrado al trapo con él. Stoner, que hoy se dedica a pescar y a vivir con dos títulos de campeón bajo el brazo y con la vitola de ser uno de los pilotos más rápidos de la historia, no aguantó con el circo, con la pantomima de lo que era este campeonato y decidió abandonar en tiempo y forma. Y mira que lo intentó, como en aquel adelantamiento en el Sacacorchos de Laguna Seca en 2008, rebasando al de Ducati por la grava, por donde no había sitio mientras se jugaban un campeonato con el cuchillo entre los dientes. Quizás la única victoria de Valentino sobre Casey.


Pero que la carrera de Rossi tenga las mismas luces que sombras no significa que Márquez sea un santo. Su agresividad, muchas veces traducida en peligrosidad, no se trata igual que la que un día mostró Marco Simoncelli. Marc es un pequeño kamikaze, siempre lo ha sido y siempre lo será. Pero en su haber nunca estará esa maldad que sí puede caracterizar al italiano. O al menos de momento. El 93 ha cometido demasiados errores para el poco tiempo que lleva en el Mundial, pero ha tenido la suerte de que sus éxitos han sonado tanto que han tapado esos percances. Uno de los más sonados lo cometió cuando se estrelló contra Wilairot en Phillip Island en 2011. Con los entrenamientos ya finalizados y con los pilotos volviendo al box con tranquilidad, Márquez envistió al tailandés, al que mandó directo al hospital y privó de correr en varias carreras. Por fortuna, todo quedó en un susto. El español fue sancionado por ir demasiado rápido cuando la vuelta de vuelta al box es casi un paseo según la normativa.


No fue muy limpio tampoco lo que sucedió en Montmeló un año después cuando, carenado con carenado, abrió su trazada y se apoyó con Pol Espargaró de forma descarada para terminar tirándole en una acción bastante similar a la sucedida con Rossi ayer y dejando el pequeño de los hermanos muy tocado en la lucha por el título. Su querer ir al límite ha provocado muchos accidentes. Ya el año pasado adelantó a Pedrosa de forma tan peligrosa que le cortó el cable de control de tracción y provocó a su compañero una caída en la siguiente curva.

Este año, sin ir más lejos, hizo gala de su potencia en Catar para quitarse de encima a varios pilotos con malas artes. Y es que en la primera prueba de la temporada, Márquez se fue largo en la primera curva y cuando volvió, se encontró al final del pelotón. Como si de un videojuego se tratara, no dudó en 'apoyarse' en sus rivales para adelantar a cuantos más mejor y llegar rápido a las posiciones de cabeza. A Álvaro Bautista, gran amigo suyo, le estropeó la carrera tras cortarle el cable del freno. "No sé si se piensa que corre sólo. Iba en paralelo con Barbera y una moto se ha metido en medio golpeándonos y pasándonos", aseguraba, muy enfadado. Tampoco fue muy deportivo el intento de adelantamiento a Rossi en Argentina, a quien literalmente golpeo por detrás antes de besar el suelo de forma espectacular. Y el mismo protagonista en Assen. Vale que Rossi ganó la carrera saltándose la chicane. Ahí no voy a entrar, no pertenezco a Dirección de Carrera, pero Márquez entró en la penúltima curva pasadísimo, sin opción alguna de encontrar el sitio bueno y provocando una colisión que pudo acabar mal y al final sólo terminó en polémica.


Incluso, emuló al propio Rossi en Laguna Seca con un adelantamiento como el suyo a Stoner poniendo otra vez en riesgo, no sólo su integridad física sobre la moto. El caso es que ni Rossi es Ghandi ni Márquez es Teresa de Calcuta. Que lo que hizo Rossi no tiene justificación, pero que a Márquez no le van a dar tampoco caramelos por su juego limpio. Son dos egos condenados a odiarse, dos pilotos con unas similaridades sobre la moto abismales. Siempre ha defendido Márquez que Rossi es su ídolo, el espejo sobre el que mirarse y el piloto del que aprendió. Siempre ha querido compararse el 93 con el 46. No se puede juzgar si la sanción de Rossi es justa o no. Yo al menos. Para eso hay unos comisarios que conocen la normativa interna. Pero hay tres precedentes que podrían aplicarse como baremo para este caso.

En 1998, Capirossi llegaba al Mundial de 250cc en la última carrera como líder con 4 puntos sobre el japonés Harada. Rossi se escapó para ganar la carrera y el italiano y el asiático se quedaron peleando por un segundo puesto que decidiría el campeonato. Si Harada quedaba segundo acabaría empatado a puntos con el italiano pero saldría con el título bajo el brazo por mayor número de victorias. Capirossi, para no correr riesgos, decidió tirarle descaradamente en una de las últimas curvas. Harada no pudo terminar mientras que el italiano sí siguió sobre la moto y finalizó segundo, aunque con el japonés fuera habría sido campeón también si él se hubiera caído. Nadie sancionó a Capirossi.


Un año más tarde, también en Argentina, Marco Melandri y Emilio Alzamora se jugaban el título. Al español le valía con ser segundo, mientras que el italiano necesitaba ganar y meter algún piloto entre los dos para salir campeón. Escapado y con mucha distancia, Melandri vio que nadie podría arrebatarle la segunda plaza al español y decidió frenar su moto, ponerse a su altura y empezar a 'jugar' con acciones peligrosas, realentizando el ritmo de carrera y tratando de tirar a Alzamora, que finalmente logró entrar segundo y se coronó campeón. Nadie sancionó a Melandri.

En Montmeló en 2012, Márquez tiró a Pol Espargaró en una de las acciones más polémicas de los últimos años. El 93 abrió su trazada, se apoyó en el carenado de Pol y lo tocó y empujó hasta que su moto cedió y cayó. Espargaró reclamó y a Marc Márquez se le descalificó. Posteriormente, Márquez apeló la sanción y le fue devuelta la victoria, por lo que el acto quedó sin sanción.

viernes, 23 de octubre de 2015

Rossi marca todas las cartas


"Márquez ha jugado conmigo para favorecer a Lorenzo". Directo, fuerte y al pecho. Sin rodeos. Valentino Rossi ya empezó a desviarse en la rueda de prensa oficial hacía el 93 cuando respondió totalmente algo contrario a lo que se le había preguntado respecto a los duelos de la semana pasada en Phillip Island. Insinuaba, entre risas falsas, cómplices y de escondida humildad, que Márquez le había perjudicado realentizando su ritmo para no dar caza a un Jorge que al final sólo fue rebasado por Marc.

No se trató de un gesto espontáneo, de una desviación del discurso casual cuando Valentino, ya fuera de la rueda de prensa atendiendo a los corrillos que se forman para la prensa escrita, sacó el 'vuelta por vuelta' de Márquez y analizó en cinco minutos la carrera. "Márquez me tiene rabia. Piensa que yo le tiré en Argentina y que se tiene que cobrar una venganza por lo de Assen. Siempre se ha comparado conmigo, quiere batirme en títulos, victorias, poles", añadía el italiano, que ponía en duda la supuesta idolatría que el de Cervera siempre dijo tener sobre el 46. "Ya me habían avisado de que esto iba a pasar, pero no lo quería creer", admitía. Iannone, por cierto, también en la pelea, no se escondió y afirmó que bajo su punto de vista Márquez había jugado con ellos. "Obviamente, Márquez no va a regalar una victoria para fastidiarme, pero sí ha tratado de meter pilotos entre los dos", justificaba entonces el adelantamiento de la última vuelta de Marc a Jorge. Opinión que personalmente comparto, viendo el ritmo de cada uno durante todo el fin de semana y el crono de Márquez en el último giro.

¿Por qué hace esto Rossi precisamente ahora? Quedan dos carreras para el final del campeonato y aunque paradójico, el nueve veces campeón del mundo y con 20 años en la parrilla, prácticamente nunca se ha enfrentado a una situación similar. Título en juego a falta de dos carreras. Sucedió en dos ocasiones, aunque para la comparación sólo valga una. Fue en 2006 y entonces Valentino perdió el título con un error en la última carrera en favor de un Nicky Hayden al que había subestimado durante todo el año. La presión, el ansia, la falta de experiencia en esas lindes tan reñidas provocaron que Rossi cayera en Valencia y el título se fue para Kentucky. La otra, en 2009 y también con Lorenzo como máximo rival, no se puede comparar, pues el italiano llegó con 40 puntos de ventaja y aunque no matemáticamente, el título era ya suyo, le valían dos décimos puestos.

Con esto, Rossi altera el clima, provoca el caos y da un aviso. "Que nos dejen jugarnos el título a Jorge y a mí", pedía casi a gritos. Que se aparten todos, que nadie se entrometa. Que nos adelanten o que se queden detrás, nunca en medio. Listo. Inteligente. Sabe que entrar junto a Jorge, sea delante o detrás, le da el título. Lorenzo necesita meter pilotos entre ambos. A ver quién es el que se atreve, tras el aviso, a entrometerse entre los dos ahora, sobre todo para Marc, que será mirado con lupa.

Valentino necesita un enemigo. Siempre lo ha necesitado. Es en esa situación de tensión máxima donde saca el 110% de su rendimiento y provoca una tortura psicológica en sus rivales a los que machaca sin perdón ni compasión. Lo hizo con Biaggi, al que acabó destrozando (Rossi, de pequeño, tenía posters de Max en sus paredes) y con el que en Montmeló acabó llegando a las manos, a puñetazo limpio antes de aparecer en el podio; lo hizo con Sete, que siguió los pasos del romano y acabó quedando para entrar en un manicomio. Lo hizo con el primer Lorenzo, al que con un muro entre los dos picó y enfureció. Hoy trata de sacar a ese primer Jorge y no al espiritual 99 que vemos desde hace unos años en el paddock, olvidándose de todo lo que no sea él mismo. Y lo hace con Marc, que con su mismo ego entra al trapo entre bambalinas.

Curiosamente, nunca consiguió picar a Hayden, al que subestimó en un principio y al que no consiguió hacer enloquecer después. El único junto a Stoner que le ha ganado un mano a mano a 16 (o 18) rounds. El australiano, hombre tranquilo y frío, quizás sea la persona más inteligente de la parrilla en años. Más que el propio Rossi. El único que ha desquiciado al 46 y ha sacado de sus casillas. El único que le ha dejado en bragas. 

Valentino marca las cartas y juega todas las bazas posibles. Primero le dice a Márquez que le ha descubierto y que prefiere que sea sincero y le muestra la rabia de cara y no con sonrisas cómplices. "Prefería mi relación con Biaggi. No nos podíamos ni ver", acababa. Después, condiciona la actuación de todos los demás pilotos que no sean Jorge Lorenzo y crea un clima de caos y tenso que le conviene. A ver quién es el que se atreve a meter la moto después de sus palabras. Intenta sacar los egos, porque necesita que los rivales se le tiren al cuello, donde en el 99% de los casos, brilla con su mejor luz.

Mundial Sub17: Francia pone una marcha más para ganar a una solvente Paraguay


Necesitó Francia sacar sus mejores galas para doblegar a una Paraguay rebelde, peleona, con las ideas muy firmes y claras que está siendo sin duda el mejor combinado sudamericano del torneo. El equipo galo siempre fue por delante en el marcador, ya desde el primer minuto, cuando Boutabba, un chico al que Bielsa hizo debutar con el Marsella a los 16 años, ponía el primero de la noche en Chile en el que ha sido hasta la fecha el mejor partido del torneo.

No se hizo esperar la reacción Guaraní, que hoy sí, contó con un Sergio Díaz sublime. Un placer para la vista verle sobre un campo de juego. El delantero de Cerro Porteño, con todo, por su conducción de balón pegado al pie, está siendo el jugador del torneo que más afectado se está viendo por el césped artificial en el que se juega, donde la proporción de goma negra es casi superior a la de moqueta verde, lo que provoca que el balón no corra mucho y se vaya quedando trabado con botes antinaturales. Jugaba mejor Paraguay, cocinando cada jugada con tiento, pausa, con miedo a cometer algún error que provocara el final del partido de forma anticipada y en un contragolpe Francia lo mató. O eso parecía. Ikone, probablemente el jugador más destacado de los galos, logró un perfecto remate de cabeza para doblar la ventaja en el ecuador del primer acto. El extremo del PSG fue un dolor de muelas en la banda derecha, un puñal que buscó línea de fondo a cada oportunidad para crear todo el peligro de los suyos.

No se asustó Paraguay, con todo ya perdido y con mucho que ganar. Se quitó la presión añadida de ser primera de grupo y jugó con los nervios por fuera de la camiseta. Y ahí apareció Sergio Díaz. El Kun de Cerro empezó a moverse por todo el campo, revoloteando, bajando a recibir, cayendo a los costados y acelerando y desacelerando cuando entraba en contacto con el balón. Justo antes del descanso llegó la ilusión con el 1-2 transformado por los sudamericanos desde los 11 metros tras un penalti de Cognat, el capitán francés. Un chico por el que merece la pena apostar que acabará siendo profesional, todo tablas, aunque no realizara un buen encuentro.

En la reanudación, Paraguay subió un poco el listón y Francia se dejó hacer. Daba la sensación el equipo europeo de que ir a medio gas le valía y que estaban aún guardando sus mejores cartas. Jugaron con fuego y casi se quemaron pues Julio Villalba puso el empate en el marcador tras un grave error en el despeje de Luca Zidane que dejó el balón muerto en la línea de gol. El meta, sobrepasado todo el partido, con varios errores, incluso estuvo a punto de irse expulsado por doble amarilla cuando el árbitro le avisó tras perder tiempo teniendo ya en su haber una cartulina por tocar el balón con la mano fuera del área. 

El empate de Villalba comenzó un frenesí de goles, pues en sólo cuatro minutos llegó uno más para cada equipo. A la salida de un córner lo hizo Francia y sólo segundos después Paredes remató en el área pequeña para poner la igualada. Ahí le empezaron los sudores fríos a los europeos, por primera vez en todo el partido sin el control. Paraguay puso en liza a Colman (pequeñito pero matón) y Carlos Ferreira, incomprensible que este último no sea titular, y los galos sufrieron durante diez minutos.

Fue lo que tardó Ikone en poner el definitivo 3-4 tras un disparo lejano, a priori sencillo, pero cuyo bote confundió al meta paraguayo, que erró para encajar el gol decisivo. Hizo gala Francia de su superioridad física y se llevó los tres puntos el campeón de Europa Sub17 ante una Paraguay que ha demostrado argumentos suficientes como para pensar que puede llegar lejos si consigue pulir algunos detalles defensivos y si logra enchufar a Sergio Díaz, que no ha marcado aún en dos partidos. Brasil o Inglaterra, nada sencillo, debería ser su cruce en octavos. En Francia, por cierto, sin noticias de Edouard. 

Niccolo Antonelli, viva imagen de Marco Simoncelli

Antonelli (I) y Simoncelli (D) / @Motogp_SBK_Overtakes
Luce con orgullo el dorsal 23 en su carenado. 23, como el día, en octubre de 2011, que falleció Marco Simoncelli. Aunque el motivo de su número es otro, el día que él nació: un 23 de febrero de 1996. Se trata de Niccolo Antonelli (19 años, Italia), al que en el paddock se le llama con cariño 'Il piccolo Sic' (el pequeño Sic) por su parecido físico con el que un día fuera piloto de MotoGP que perdió la vida hace ya cinco años en el trazado de Sepang tras una desafortunada caída. La vida, el destino, el karma o como se quiera llamar, ha querido que Antonelli no sólo haya heredado de alguna u otra forma los rasgos del eterno 58, sino que las coincidencias entre los dos, más allá de rebuscar datos y hacer juegos como que uno llegó al mundo el día 23 y otro falleció el mismo día, dan para pensar un buen rato.

Niccolo Antonelli, como Simoncelli, nació en Cattolica, una pequeña localidad italiana de seis kilómetros cuadrados de superficie con una población de no más de 15.000 habitantes que apenas los tiene a ellos dos como emblemas y personajes célebres. Y mira que es grande el país de la bota...Ya desde que se empezó a subir a una moto, Antonelli fue comparado con Marco, quien además era su ídolo y referencia. Lo hizo por primera vez con siete años en las minimotos, y era imposible no hacer referencia en la localidad a cuando Marco empezaba a dar gas por primera vez con su inseparable padre Paolo. Un hecho y concretamente una fecha multiplicarían aún más esta igualdad entre los dos pilotos, que comparten hasta el acento por la zona geográfica de la que vienen.

Fue el 23 de octubre de 2011. No hace falta hacer demasiado hincapié en lo que sucedió entonces. Simoncelli, tratando de agarrarse a su Honda 58 hasta el límite, acabó siendo atropellado por Edwards y Rossi y perdió la vida en un accidente trágico que trastocó el corazón de todo el mundo del motor. Simoncelli tenía sus cosas, buenas y malas, pero nadie puede negar el carisma que transmitía ni el vacío que dejó en toda la parrilla. Aquel mismo día, mientras Italia entera estaba de luto, el joven de 15 años Niccolo Antonelli se proclamaba campeón de Italia de motociclismo en la categoría de 125cc. "El 23 de octubre sigue siendo un día triste. Aunque yo gané el campeonato, todos decidimos que no había nada que celebrar. La muerte de Marco lo cambió todo", recuerda. Otra
coincidencia es que en 2008, el año en el que Simoncelli se proclamó campeón de Moto2, Antonelli levantaba también su primer campeonato. Lo hacía en la categoría de MiniGP italiana, batiendo a chicos como Bagnaia o Bastianini, con los que hoy comparte parrilla.

Cosas de la vida, tras conquistar el campeonato nacional, Fausto Gresini llamó a su puerta para que entrase a formar parte del Mundial la temporada siguiente, pues ya habría cumplido los 16 años, edad mínima con la que se permite competir. Con los mismos colores que había defendido Simoncelli durante los últimos dos años y pilotando una Honda, como lo hacía Marco, además de con la publicidad de San Carlo. Las motos, salvando el tamaño y la ingeniería interna, eran idénticas. Las comparaciones se hacían imposibles de evitar. Sobre todo para los propios técnicos y mecánicos que trabajaban con él, que veían en Antonelli, sentado en su box, con el mono, la sonrisa y pelo alocado, la viva imagen del chico con el que habían trabajado durante dos años hacía sólo un par de meses y que ya nunca más iba a estar. 

Niccolo Antonelli, en el año de su debut / GRESINI RACING
Desde que Antonelli entró en el Mundial dejó de ser Niki, como se le conocía entonces, y empezó a ser Niccolo, como un adulto, o Anto, el más extendido. Con el paso del tiempo, con la herida algo más cicatrizada, fue cuando se dio el paso y se le empezó a conocer como 'Il piccolo Sic', aunque este último apodo no guste a todos. Él sabe de su parecido físico, tanto así como de las casualidades que los unen y de la historia en común, y no duda en hablar de ello. "En lo físico, sobre todo en la cara, sí que hay mucho parecido entre nosotros. Eso es cierto. Pero en carácter somos muy distintos. Él era extrovertido y abierto, yo soy más tímido. Él era alguien único y es difícil parecerse a él, pero sí la gente nos ve similares más allá de lo físico para mí es un honor", asegura. Y es que hasta en los andares es una fotocopia de Marco.

El estilo de pilotaje, eso sí, no es el mismo. Mientras Simoncelli era más decidido y agresivo, fuerte en el cuerpo a cuerpo, Antonelli es mucho más reservado, fino, con un estilo más detallista. Quizás también por la diferencia de tamaño, el factor en el que más divergen. Marco era un auténtico monstruo de 1'83 metros que podía llevar las motos más grandes con comodidad, pero que se salía de las más pequeñas como un adulto corriendo en minimotos. Antonelli, en cambio, mucho más pequeño, su 1'63 metros y sus 55 kg le permiten volar a lomos de su moto3.

Estando ya en el Mundial, ayudó a Paolo Simoncelli, padre de Marco, a desarrollar la moto (también bajo el patrocinio de Gresini) que utilizaría el emergente SIC 58 Squadra Corse, el equipo que fundó para honrar la memoria de su hijo, que compite en el Campeonato de Italia de Velocidad y que sueña llevar un día al Mundial. Los inicios de Antonelli en el Mundial, con todo, nunca fueron fáciles y mucho tiempo se especuló con que iba a quedar en eterna promesa. Las caídas entre 2012 y 2014 fueron su mayor enemigo. Un aspecto que también trajo de cabeza a Simoncelli en sus tres primeras temporadas en el campeonato. A veces era desesperante ver cómo, tras liderar una carrera o estar luchando por el podio, Antonelli se daba de bruces contra el suelo y tenía que abandonar. Un piloto rapidísimo que no daba con la tecla. Contando entrenamientos también, Anto se fue al suelo 15 veces en 2012 y ese número no dejó de crecer, pues en 2013 se cayó en 18 ocasiones y en 2014 superó las 20. Perdió parte del caché que tenía y la confianza de su equipo fue menguando hasta el punto de no renovarle. Un compatriota, Locatelli, ocupa ahora el que un día fue su asiento.

Antonelli celebra su primera victoria, en Brno (2015) / EFE
Ahora eso ha cambiado y el joven de Cattolica vive su momento más dulce. Continúa pilotando una Honda en el Ongetta-Rivacold, equipo más modesto con quien ha renovado y se relaja en el paddock jugando a las cartas, un vicio que también traía loco a Marco. En la República Checa logró su primera victoria (tras 61 carreras) y desde entonces, ha subido al podio en cuatro de las seis carreras disputadas, en dos ocasiones en lo más alto del cajón. No quiere compartir el secreto de su éxito, no sea que se vaya a gafar él mismo. "He tenido algo de suerte, pero el cambio ha sido positivo. Sé analizar mis errores y tengo que seguir así con el equipo. Ya me he quitado esa presión porque me autoexigía acabar al fin en el podio", afirma.  Una de esas carreras fue en Misano, en el renombrado circuito Marco Simoncelli, a escasos cinco kilómetros de Cattolica. Allí Antonelli subió al tercer cajón del podio y lo hizo junto a su compatriota Enea Bastianini, con el que lleva compitiendo desde minimotos y con el que ha compartido equipo en el pasado. Curiosamente, Bastianini, un año menor y a quien también se compara (por simple estilo de pilotaje, precocidad y alguna que otra locura) con Rossi, apareció con el pelo pintado con la bandera italiana como en su día lo hiciera el que era mejor amigo de Simoncelli. 

Su sueño, como el de la mayoría, pasa por llegar algún día a MotoGP y espera que sea lo suficientemente pronto como para competir con Valentino Rossi, con quien tiene una buena relación, como todos los jóvenes transalpinos de la categoría más pequeña con los que el nueve veces campeón del mundo es muy cercano. "Somos amigos, tenemos una buena relación y podemos hablar de cualquier cosa. Él nos enseña mucho, pero también intenta aprender de nosotros. Nunca se cansa de aprender y cuando ve que algo le puede venir mejor, va y lo prueba", desvela. Si todo va bien, asegura, espera llegar a la parrilla de MotoGP en tres o cuatro años. Y quién sabe si con uno o más títulos debajo del brazo. Por lo pronto, Antonelli lucha por la tercera posición del Mundial (ahora es quinto a falta de dos carreras) y su progresión con respecto a los años anteriores (14º, 16º y 14º) es meteórica. Además, tanto Danny Kent como Miguel Oliveira darán el salto a Moto2, por lo que Anto será uno de los máximos candidatos a hacerse con el título de Moto3 en 2016 junto a su eterno rival y amigo Ennea Bastianini (cuya presencia aún está en entredicho) y Romano Fenati. Un dominio italiano que parece sólo podrá verse intimidado por el talento del francés Fabio Quartararo.

Antonelli en Motegi 2015 / MOTORBIKE MAGAZINE

jueves, 22 de octubre de 2015

Mundial Sub17: Argentina es un completo caos

Passlack celebra su tanto ante Argentina / ALEX GRIMM / GETTY IMAGES
Noventa minutos contra México insinuaron que Argentina tenía en su categoría Sub17 las mismas carencias que en el Sub20. Después de 180, tras haber jugado también contra Alemania, confirmaron que mucho tiene que mejorar la AFA en su estructura para conseguir sacar rendimiento colectivo en los torneos menores a los talentosos chicos que crecen en sus tierras. Entonces, los chicos de Humberto Grondona demostraron que de talento individual van sobrados pero que de fútbol colectivo entienden muy poco, empezando por el propio entrenador. Unos destellos que permitieron al equipo albiceleste salir campeón del Sudamericano ante una pobre Brasil en un torneo en el que Uruguay, Colombia y Paraguay tampoco dieron la talla. Algo así pasó también en el Sudamericano Sub17. Y es por eso que todas, a excepción de una Brasil que cambió radicalmente su convocatoria, se dieron de bruces a las primeras de cambio en el Mundial sólo tres meses después (una reivindicación que parece llevará en este torneo Paraguay). Incomprensible que una selección que lideraba Ángel Correa (Atlético de Madrid) y cuya mitad de la plantilla era ya casi profesional, con jugadores de la talla de Gio Simeone (Banfield), Cubas (Boca Juniors), Mammana y Tomás Martínez (River Plate) o Emi Buendía (Getafe), no pasara siquiera de una fase de grupos en la que clasificaban hasta los mejores terceros. No se entiende que el fútbol argentino, actual subcampeón del mundo al máximo nivel y en cuya liga los jóvenes debutan a la más temprana edad, sólo igualado con Bélgica y Holanda, no tena una base sólida en las categorías juveniles.

Anoche Alemania volvió a sacar los colores a una selección Argentina, en esta ocasión Sub17, que repitió errores del pasado. Los europeos, liderados por un buen Passlack, con unas maneras de profesional que asustan, pasaron por encima de los albicelestes con un 4-0 que deja a sus rivales muy tocados, como últimos de grupo y con seis goles en contra y ninguno a favor (cayeron en el debut por 2-0 ante México). Al menos, Miguel Ángel Lemme, el técnico de la Sub17, comprendió que era imposible salir a competir con una alineación de un fútbol tan añejo como la que planeaba Grondona, todo delanteros, y ha extinguido ese 3-3-4 que acababa convirtiéndose en un 2-5-3 donde los defensas eran laterales que no dudaban en abandonar su posición y donde la primera salida de balón la tenían que dar mediapuntas como el propio Correa o Tomás Martínez. 

Lemme, que confía exactamente en el mismo plantel que logró el Sudamericano, juega con un 4-4-2 que en ocasiones se convierte en 4-3-3 cuando el guión lo exige. Nada más lejos de la realidad, el equipo no parece trabajado ni en ataque ni en defensa, donde es un auténtico caos. Las líneas, totalmente separadas entre sí, con demasiados metros para hacer ayudas, para cerrar huecos y para realizar coberturas. Nada ensayado. Los fueras de juego se tiran con una zaga en la que cada defensor está a distintas alturas del campo y se acaba convirtiendo en un regalo para los atacantes rivales. Rebotes y rechazos sin ton ni son que siempre son para el contrario, que llega desde segunda línea mejor colocado en todas los ángulos del campo. Ante México se pudo ver en el primer tanto, donde Kevin Magaña, con un simple recorte hacia el interior, encontró un pasillo de oro hasta el gol sin oposición alguna. Las coberturas estaban a kilómetros de distancia.

El talento arriba es insuficiente. Sólo así se entiende que un equipo liderado por Tomas Conechny, probablemente el mejor jugador de la cita y el más talentoso junto a Sergio Díaz (Paraguay), que tiene jugadores de la talla de Berterame y un goleador muy aseado como Roskopf, sea incapaz de generar juego, peligro y se haya ido de vacío en dos ocasiones. La distancia entre el medio y la delantera es tamaña y el estilo de juego es 'que Conechny se las arregle'. Por eso, desde que se recupera el balón atrás, la consigna es pegar el pelotazo en busca del capitán, quien con el 18 a la espalda, es un auténtico calco de Ángel Correa, zurdo en vez de diestro y también salido de San Lorenzo. No hay sala de medios, no interesa que el balón pase por ahí y de hecho, no lo hace. Ni siquiera el juego directo está preparado, planteado, no tiene nada sentido. Ningún jugador se mueve de forma coreográfica con sus compañeros ni en ataque ni en defensa. Patadón arriba y lo que salga, un fútbol rácano que ni siquiera se ha visto en Siria, Honduras o Nueva Zelanda.

Así, Argentina, que nunca ha jugado la final de este torneo (y mucho tendrá que cambiar si quiere hacerlo en esta edición), es última, sin puntos, en un grupo que lidera Alemania (6pts), seguida de México (4 pts), Australia (1pt). Con todo, el planteamiento del campeonato y el último cruce contra Australia permiten a la albiceleste estar cerca de los octavos de final. Y es que una victoria ante los canguros aseguraría terminar el grupo como tercer clasificado con tres puntos y, pese a la diferencia de goles de menos seis con la que arrancan, se antoja difícil que haya cuatro terceros clasificados que logren tres puntos

Lemme ha confiado en los mismos chicos en dos partidos y no parece ser ahora, el momento más crucial, en el que cambie de estrategia o de jugadores. Federico Vietto, hermano de Luciano, pide paso tras los buenos informes, pero no parece sencillo que siente a Roskopf, un delantero tanque, que se asocia bien y tiene algunas cosas de Crespo que ha ido de menos a más y es de lo poco salvable. El susto ya lo tienen en el cuerpo e incluso una goleada a Australia no les asegura pasar a octavos. 

martes, 20 de octubre de 2015

Rafael Santos Borré, nacido en la tierra del gol

Borré celebra un tanto / DEPORTIVO CALI
Acaba de cumplir los 20 años y ya es una de las mejores promesas del fútbol sudamericano que ha conseguido dar el salto a Europa. No será, a priori, hasta 2016, cuando recalará en las filas del Atlético de Madrid, que lo fichó este verano dejándolo cedido en el Deportivo Cali hasta junio del año que viene. No le será nada fácil al cafetero hacerse un hueco a las primeras de cambio en el equipo que dirige Simeone por la nómina de delanteros de la que presume el equipo madrileño hoy en día (Jackson Martínez, Griezmann Correa, Vietto y Fernando Torres); por ser una posición tan importante y de tanto peso por la que en los últimos años han pasado jugadores como Forlán, Falcao, Agüero, David Villa, Mandzukic o Diego Costa; y por la condición de extracomunitario, que siempre resta puntos y más en un equipo con tantos problemas a la hora de quedarse con sólo tres jugadores que ocupen las plazas vacantes. Hoy son José María Giménez, Ángel Correa y Jackson Martínez, jugadores capitales. No tendrá el listón nada bajo para llegar a las cifras de los últimos puntas rojiblancos. 

Se trata de Rafael Santos Borré (Colombia, 20 años), ariete nacido en Barranquilla, hincha de pequeño del equipo de su ciudad, el Junior de Barranquilla (o Atlético Junior) que un día soñó con vestir la camiseta rojiblanca del equipo conocido como Los Tiburones, pero que hoy le guarda respeto al Deportivo Cali, el club que, desde que aterrizó con 15 años, "me lo ha dado todo", afirma. "De pequeño le tenía mucha admiración a Junior. Deseaba jugar con ellos, pero ahora el amor que siento por el Deportivo de Cali es mayor. Todo lo que soy como persona y futbolista se lo debo a ellos", segura. Y es que Santos Borré, como se hace llamar, creció admirando a sus dos referentes nacionales, Teo Gutiérrez y Carlos Bacca, defendiendo la camiseta del equipo de Barranquilla. Soñó jugar con ellos cuando era un infantil y hoy comparte delantera con ambos en la selección absoluta de Colombia, donde ya ha sido parte de la plantilla en las convocatorias de los últimos meses. "Me fijaba cómo jugaban para aprender sus movimientos y me impresionaba la forma en la que definían, aunque tenía más fijación por Teo porque los dos venimos de Barranquilla", se sinceraba Borré. 

Borré, con el Deportivo Cali / EL PAÍS
Ya desde bien pequeño su padre Ismael le inculcó el fanatismo del fútbol. Juntos, acudían los domingos a ver jugar en una liga amateur a sus tíos y el pequeño Santos Borré aprovechaba cada balón que se escapaba del terreno de juego para ir a buscarlo y devolverlo con toda la fuerza de unos pies que prácticamente no podían con la pelota. Después de la pachanga, él y su padre se quedaban usando el campo para divertirse un buen rato dando unas patadas al esférico. No tuvo nunca una infancia sencilla. Cuando sólo tenía cinco años vivió la separación de sus padres y se tuvo que marchar de la ciudad junto a su progenitor. Se acabaron entonces los pelotazos con su padre tras los partidos de los tíos, pero comenzó a disfrutar del fútbol en grupo. Empezó a entrenar con un equipo de la ciudad intentando emular a su ídolo Van Persie, donde con más ambición que la de quedarse en Colombia, se ilusionaba con vestir algún día la camiseta del Manchester United, siendo el primer colombiano en hacerlo, cosa que el curso pasado le arrebató Falcao. Curiosamente, poco después el holandés Van Persie recalaría en Old Trafford.

En verano, eso sí, aprovechaba las vacaciones para volver a su ciudad natal y visitar a su madre y sus viejos amigos. En una de estas excursiones llamó la atención de la escuela de fútbol Neogranadinos, propiedad de Álvaro Aguilar (padre del jugador Abel Aguilar) y Federico Chams. Le ofrecieron una prueba que pasó sobrado, pero a Ismael no le hacía mucha gracia la idea, pues el barrio de Santo Domingo, donde estaba el club, era bastante conflictivo y además iba a vivir cerca de su madre; y eso suponía un problema en lo personal para ellos según lo acordado tras el divorcio. Federico Chams, ansioso por tener al chico en sus filas, hizo todo lo posible para convencer a Ismael, al que acabó haciendo entrar en razón tras ofrecer a Rafael vivir en su casa.

Muchas veces, el dinero que le mandaban o que él podía ganar no le era suficiente como para pagar el autobús para ir al entrenamiento y tenía que caminar durante varios kilómetros bajo el fuerte sol para llegar a la práctica. Algo que no le privaba de ser de los jugadores más destacados en cuanto se calzaba las botas y se ponía a correr tras el balón. Durante su estancia en el club pudo hacer su sueño realidad cuando voluntariamente entró a hacer las pruebas en las categorías inferiores de Junior, pero lo dejó tras dos semanas. "No me gustaba el ambiente y decidí dejarlo", se excusaba, pese a que los domingos acudía al estadio a animar al equipo. Su entrenador en Neogranadinos era Henry Peralta, que tenía contacto lejano con Agustín Garizabalo, un cazatalentos que colaboraba con el Deportivo Cali y que había descubierto ya algunas promesas como Juan Cuadrado (Juventus) y el propio Abel Aguilar (Touluse). La insistencia de Peralta hizo que, tras seis meses de peticiones, Garizabalo hiciera un hueco en su apretada agenda para ir a ver a Santos Borré, que ya iba a cumplir los 14. 20 minutos le bastaron para llevarse al jugador.

"Desde el primer día que lo vi jugar reconozco que me impactó, no solo por sus dotes de goleador sino porque se sabía desplazar bien en la cancha", señalaba Garizabaldo. "Le dije a Carlos Burbano, director de divisiones menores del Cali, que lo fuera a ver, que era delantero, que hacía goles, que tenía cosas diferentes. Y les gustó. A los 15 años, ya estaba en Cali", terminaba. El fichaje, con todo, no fue fácil. Deportivo Cali tenía ya la nómina de chicos que iban a realizar las pruebas del equipo cerradas y tras muchas conversaciones internas consiguieron hacerle un hueco a Borré, que fue el mejor, sorprendió a todos y fue el único que terminó ingresando en el club ese año. 

En sus dos primeras temporadas defendiendo la camiseta del club (2011 y 2012) anotó 43 goles siendo uno de los jugadores más destacados de la categoría juvenil. Jugaba con chicos más grandes y eso no le prohibía destacar. Anotó innumerables hattricks e incluso en un partido llegó a anotar siete tantos. como recordó un día, entre risas vergonzosas a las cámaras de televisión tras golear ya con el primer equipo del Deportivo Cali. Con ellos debutó en 2013, con sólo 17 años, aunque aquel año sólo disputó un par de partidos. Siete jugó el año siguiente, pues seguía siendo pieza fundamental del equipo reserva de los colombianos. 

Borré en el Sudamericano Sub20 / EL HERALDO
Con todo, este 2015 está siendo el año de su eclosión y reconocimiento mundial. Todo empezó en enero, cuando conoció que sería parte de la plantilla que acudiría a jugar el Sudamericano Sub20 en Uruguay. Un torneo que arrancó como suplente y que terminó de titular, siendo fundamental para los cafeteros, que lograron el subcampeonato en el hexagonal final sólo por detrás de la Argentina de Ángel Correa, el que será su compañero en el Atlético de Madrid. Borré terminó con dos tantos en su casillero y fue la sensación del equipo. Tanto que un par de semanas después recibió la llamada de José Pekerman para los partidos con la selección absoluta colombiana. Sólo tenía 19 años y, aunque no ha debutado aún con los mayores, ya ha ido en varias listas desde entonces. Su primera llamada, eso sí él la entiende como un regalo de su abuela, que falleció una semana antes de que Pekerman oficializara su bautismo con el primer equipo. No acudió a la Copa América pues estaba repitiendo con la Sub20, aunque esta vez en el Mundial, donde Colombia cayó por sorpresa por la mínima en octavos de final ante Estados Unidos.


¿Cómo juega Santos Borré?

Santos Borré es un delantero moderno muy polivalente. Su mejor demarcación es la de delantero centro, pues es un rematador nato, pero posee cualidades que le hacen vivir más o menos cómodo fuera del área. Maneja muy bien las dos piernas y tiene buen remate al primer toque con ambas, aunque sin duda uno de sus puntos fuertes es el remate de cabeza. Es un gran cabeceador y pese a su altura (1'75m) es un jugador fuerte en el aspecto físico. Tiene una buena potencia de salto, aunque lo que le hace anticiparse a los rivales es su inteligencia sobre el campo. Es un jugador muy pícaro que sabe proteger muy bien el balón. Letal de cara a portería y con una buena velocidad con el balón controlado. Se maneja bien en un sistema de dos delanteros, como juega ahora en el Deportivo Cali, aunque en ocasiones ha llegado a jugar por detrás de un delantero más de área por su continuo movimiento sin balón. 2015 ha sido prácticamente su primer año profesional, pues en 2014 sólo disfrutó de poco más de 300 minutos en el primer equipo (donde logró tres goles) y ya es titular indiscutible. Su mayor problema es el de intentar hacer demasiadas cosas en poco tiempo y en no tomar decisiones de forma rápida. 

Fue una de las figuras del equipo en el torneo Apertura logrando ocho goles acabando como cuarto máximo goleador del torneo (pichichi fue su compañero Preciado, que lanza los penaltis) y en el actual clausura sólo lleva tres dianas. Cierto es que una lesión de tobillo le ha tenido apartado durante algo más de un mes y que a su vuelta, para coger ritmo, jugó con el equipo reserva (tres goles en cuatro partidos), lo que le ha hecho perderse varios compromisos. En torneos de Copa lleva cinco tantos en otros tantos encuentros. Es decir, esta campaña, en partidos oficiales, suma 22 tantos en 40 duelos. Encadena siete encuentros sin marcar, su peor racha desde que se convirtió en profesional, que le han hecho bajar la media anotadora. Cerca estuvo de recalar en verano en el Rayo Vallecano en calidad de cedido, pero el Atlético de Madrid prefirió dejarlo cedido en su equipo de origen, sobre todo porque en el momento del fichaje sufría la lesión de tobillo y lo mejor para la recuperación para un chico tan joven era estar en su entorno. No le asusta ahora el hecho de saltar a uno de los gigantes de Europa. "Demostraré por qué han fichado a un colombiano tan joven", admitía en su puesta de largo en la web del club rojiblanco. "En el Atlético siempre se han fijado en los jugadores colombianos (Falcao, Jackson Martínez, Perea o el Tren Valencia)  y eso nos ayuda mucho a crecer. Que esperen todo mi talento, mi proyección y mi esfuerzo, lo daré todo", añadía. Sin duda sabe de qué va la historia. Viene de una tierra en la que los últimos años han salido auténticos artilleros del gol, donde un hueco en la selección está más caro que nunca y parece poder romper con todos los registros. Nunca un delantero colombiano asombró tanto tan joven. Y mira que los hay buenos.