domingo, 21 de agosto de 2016

La llegada de un ídolo decapitado


Hubo un tiempo, hace no mucho, en el que la selección de Bélgica no era lo que es hoy. Ni Hazard, ni Lukaku, ni Carrasco, ni De Bruyne, ni Courtois ni Alderweireld, sólo por mencionar algunos, formaban parte de los Diablos Rojos entonces. Vincent Kompany, hoy capitán, acababa de debutar con el primer equipo y una joven promesa llamada Steven Defour acaparaba todas las miradas en el país belga. Su buen hacer en las inferiores, su impacto en sus primeros partidos como profesional, su fichaje por el Standard de Lieja y su determinación sobre el campo, pese a ser apenas un imberbe, le proyectaron como uno de los tesoros más codiciados del mercado

Así, a su debut con el Standard, le siguió la consecución de dos Ligas de Bélgica, trofeo que que no ganaba el equipo desde hacía 25 años, otro par de Copas del país y una Supercopa. A los 19 años se le acreditó como el mejor jugador de la Liga, obtuvo la Bota de Oro belga por ello y los grandes de Europa pusieron las miradas en él. Cada mercado, la prensa española lo calificaba como la opción B del Real Madrid, siendo la A gente del tronío de Lampard o Gerrard. El caso es, que con 21 años recién cumplidos, Steven Defour se rompió el pie y esa lesión cambió absolutamente todo para el jugador que hoy, es el nuevo fichaje del Burnley y al fin aterriza en la Premier League. 

Sir Alex Ferguson, aún entrenador del Manchester United, se puso en contacto con el jugador, con quien no tenía ningún tipo de relación, por quien no se había interesado como fichaje pero al que conocía y apreciaba futbolísticamente, sobre todo por su prometedor futuro. "Querido Steven. Me acaban de comunicar sobre su lesión grave durante uno de sus partidos y me gustaría desearle una pronta recuperación de parte de toda la familia del Manchester United. Estoy seguro que está bastante bajo de moral, preguntándose todo lo malo que ha pasado y va a pasar, o cuánto tiempo va a estar sin volver a pisar un campo. [...] Es un trabajo duro, pero va a volver. Estoy seguro que lo sabe. Voy a prestar atención en cómo va a progresar y le pediré información a su club sobre su recuperación para apoyarle [...]. Buena suerte Steven. Confío que esté de buen humor y listo para recorrer el largo camino hacia la recuperación".

Steven Defour volvió a los terrenos casi cinco meses después, pero sus mejores trenes ya habían pasado. Decidió abandonar Bélgica y dar un salto hacia adelante, pero se quedó a medio camino entre lo que pudo haber sido y lo que fue. Su destino fue el Oporto, donde militó con luces y sombras durante tres temporadas. Su mala relación con parte de la grada, con el staff y los pocos minutos que a veces le brindaban, le obligaron a buscar una salida. Y claro, cuando la ventana de escape fue el Anderlecht, eterno enemigo del Standard Lieja, se armó el taco.

Defour, sangre caliente, siempre se ha caracterizado por tener un punto de locura y extravagancia, un cable escondido que se pela poco pero que cuando lo hace no quiera nadie estar cerca. Un pequeño aprendiz de Bad Boy que encierra una diestra magistral. Una capacidad descomunal para generar y organizar juego, para canalizar cada balón que le llega y devolverlo en condiciones óptimas, un golpeo con la derecha envidiable. Un líder. Y es por eso que, en su vuelta al estadio del Standard con la camiseta del Anderlecht, no volvía uno más. Ya en la previa, los hinchas locales desplegaron una pancarta visible para el belga a su bajada del autobús. "De héroe a nada". 

No era más que la preparación para lo que venía: Camisetas quemadas y tiradas a la basura, cánticos en contra del mediocentro y un tifo cuidadósamente preparado donde un hombre encapuchado sostenía un machete en una mano y en la otra tenía la cabeza cortada del belga, al lado del lema 'Rojo o muerte'. Defour jamás jugó aquel partido, pues ya le habían sacado de él antes de saltar siquiera al campo. Se vio sobrepasado por la situación, encolerizado por una afición que no le perdonaba su decisión y que le abucheaba cada balón que tocaba. Así, pasada la media hora vio la primera amarilla. Nada más arrancar la segunda mitad, un jugador del Standard cayó lesionado. El balón le llegó a Defour y, según iniciaba la carrera hacia el lateral, el árbitro hizo sonar su silbato. Tan a punto que Defour, enfadado, encolerizado con lo que estaba viviendo, había decidido 'echar el balón fuera' pegando un zapatazo con toda su fuerza que alcanzó la grada con gran violencia. La respuesta fue la roja y el triunfo del Standard sobre el verde, que venció a un Anderlecht al que la grada había expulsado.

Ahora, con 28 años, a Defour se le presenta al fin la oportunidad de jugar en la Premier, el sueño de toda su vida. Lo hará en el Burnley, en modesto club recién ascendido y tendrá que sustituir a otro Bad Boy como Joey Barton, que se ha mudado a Glasgow para jugar con los Rangers. El Burnley ha pagado 9 millones de euros por él, la cifra más cara de toda su historia y de momento, el belga ya se ha destapado como lo que es, un jugón. En su debut, los clarets sorprendieron a todo un Liverpool que había sido la sensación de la jornada inaugural con una participación exquisita de un Defour que ya es el ídolo de la grada. Le llega tarde, pero le llega. Una segunda madurez que puede mostrarnos la mejor versión del belga. No a todos les manda una carta Sir Alex.



lunes, 15 de agosto de 2016

Hablemos de Felix Passlack




El Borussia Dortmund vive condenado a reinventarse. Equipo vendedor en los últimos tiempos, sus aficionados sienten como una puñalada en el corazón la marcha de sus estrellas, más si estas cogen el camino hacia Baviera para enfundarse la camiseta del rival por los trofeos, el Bayern de Múnich. Un club al que en los últimos mercados han visto salir a ídolos y capitanes de la talla de Lewandowski, Hummels o Mario Götze.

Así, el equipo de Thomas Tuchel se ha reforzado a base de bien en la línea de mediapuntas que acompañen a Marco Reus, la verdadera estrella de este proyecto, y ha desembolsado cerca de 60 millones de euros en los fichajes de Schürrle y en el retorno del hijo pródigo Götze. Al tridente alemán se les une también Dembelé, quizás la estrella de la pretemporada y el jugador que mejores sensaciones ha dejado. El francés tiene una culebra en la cintura. No podemos obviar tampoco la presencia de Kagawa, un mediapunta totalmente distinto, que aporta calma, posesión, último pase, ni la de un recién llegado Emre Mor. El turco, de 19 años, fue de lo poco destacable de su selección en la Eurocopa. 

Así las cosas, con seis jugadores para tres puestos, la lucha en Dortmund por hacerse un sitio se antoja complicada. Si bien el tridente de alemanes parte con ventaja por nombre y Kagawa tiene en su bolsillo el ser uno de los favoritos de la grada, Dembelé pide paso a cada partido siendo determinante. Pero en la recámara Tuchel tiene una bala más. Llegado al equipo con 14 años, el canterano (que siempre da un plus) Felix Passlack parece ya dispuesto a romper el cascarón y nada ni nadie podrá impedir que juegue cuando eso se haga realidad.

Passlack, de 18 años, empezó su carrera como lateral derecho en las categorías inferiores del Borussia. Si bien, sus condiciones físicas, su alegría con el balón, su derroche y su liderazgo le han servido para, en dos años, alternar indistintamente ambos laterales e incluso posiciones de medio campo. Aunque donde más ha jugado y donde más ha destacado es como extremo/interior, en el perfil diestro. Y es que los buenos siempre tienen que jugar cerca del área. Es por eso que Gareth Bale dejó de ser uno de los mejores laterales del mundo para convertirse en mediapunta y con ello en uno de los jugadores más determinantes de todo el panorama futbolístico.

Con su 1'70m de estatura, Passlack, descarado, atrevido, no tiene sitio a día de hoy jugando más allá del medio campo, posición en la que ya ha anotado más de 40 goles en menos de 70 partidos como juvenil. Y es por eso quizás por lo que Tuchel, que sabe que el chico tiene que jugar sí o sí para acabar eclosionando, ha decidido probarle en su demarcación natural, el lateral derecho. Pocos jugadores son tan puñal desde la  defensa como Passlack.. Con sólo 16 años, Jurgen Klopp se lo llevó de pretemporada, hizo que jugase varios amistosos y decidió que debía entrenar durante todo el año con los mayores para aprender como si de un curso acelerado se tratara. 

Fue el pasado marzo cuando al fin debutó, de la mano de Tuchel, cuando aún no había cumplido la mayoría de edad. El rival fue el Darmstadt y pudo ocupar la demarcación que más le gusta. Arrancando desde el interior derecho, con total libertad, teniendo que entrar a jugar por dentro ante la ausencia de otro mediapunta puro, pues aquel día Tuchel puso en pareja a Aubameyang y Adrián Ramos y cuando Passlack vio la alineación titular, porque fue de la partida desde el principio, sus socios eran tres pivotes: Weigl, Gundogan y Castro.

Es en el lateral derecho, entre las lesiones y la irregularidad de Piszczek y la inestabilidad de un Durm que sólo fue capaz de hacerse con el puesto en su primer año, donde Passlack puede empezar a hacerse camino.  Porque los jóvenes tienen que jugar. Y si son buenos, más. En una Liga en la que el Dortmund es infinitamente superior a prácticamente la totalidad de sus rivales (sin contar Bayern de Múnich y algún duelo complejo puntual ante el Schalke o el Wolfsburgo), Passlack puede jugar como lateral ficticio, ocupando posiciones más adelantadas cuando el equipo tenga la posesión y ser así un falso cuarto interior.

Con la selección alemana, Passlack ha sido siempre líder en la categoría Sub16, Sub17 y Sub18. Fue con la Sub17 con la que el año pasado se llevó el subcampeonato de Europa, formando parte del equipo ideal del torneo en un año en el que además entró a formar parte de una lista con los jugadores más prometedores del mundo, además de recibir la medalla de Oro Fritz Walter Sub17 por ser el mejor jugador alemán de su generación. Su participación con la Sub 21 para la Eurocopa que tendrá lugar el próximo año parece segura y con el gusto por la Mannschaft por dejar ver la luz a las jóvenes promesas, es de esperar que su debut con los mayores no se haga mucho esperar. Porque Felix Passlack es uno de esos jugadores elegidos, marcado a liderar la nueva generación teutona al lado de jugadores como Max Meyer, Goretzka, Timo Werner, Marc Stendera, Joshua Kimmich o Julian Brandt.