miércoles, 24 de diciembre de 2014

¿Dónde está Fernando Torres?

Torres, con el Atlético / EFE
Suenan campanas de boda de aquellos que quieren volver a juntar los caminos del Atlético de Madrid y Fernando Torres, que pidieron el divorcio hace más de siete años, pero que parece no haberse olvidado en esta larga travesía. Y es que Fernando, o el Niño, como se le seguirá llamando incluso cuando vaya al fútbol con sus nietos, vestía elegante mientras su pareja se veía desaliñada, fea y maloliente. Aguantaron juntos cerca de siete años, los mismos que llevan sin verse y la separación fue beneficiosa para ambos. El jugador dejó los trajes de buen ver y subió un par de escalones más, pasándose a los Armani.

Mientras, el Atlético conocía nuevos amores, en forma de argentinos, uruguayos, colombianos, turcos o portugueses, que le aportaban la estabilidad que no había podido ofrecer aquel su gran amor. Los rojiblancos se dejaron ver en buenas fiestas y galas, cada vez más importantes, y obtuvieron enormes galardones colectivos y hoy en día siguen en alza, mientras que Fernando llegó al cielo y pasó a un infierno del que hace años no sale. Y es hoy, cuando es el Atlético el que viste Armani mientras que Torres es el astroso y dejado, cuando parece que se podrían volver a unir.

Torres, celebrando un gol ante el Real
Madrid / LAURENCE GRIFFITHS
Pero, ¿dónde está realmente Fernando Torres? Dicen que está en Milán, jugando para un equipo que hace años era temido, histórico, legendario, y que hoy tímido, histérico y zarrapastroso, un cementerio de elefantes donde habitan más cadáveres futbolísticos que otra cosa. Jugadores como Muntari o De Jong, pasados de rosca, delanteros sin gol como Pazzini, porteros que hace tiempo no paran como Abbiati y deportistas como Essien, que no pasó siquiera el reconocimiento médico pero al que se le hizo ficha y juega como el que más. Y lo dicen porque, entre gripes y que la culpa siempre es del empedrado, Torres lleva más de un mes sin salir al campo.

Hubo un tiempo en el que fue codiciado por la mayoría y se erigió como héroe nacional. Fue en 2008, cuando marcó el gol con el que todos nosotros hemos soñado alguna vez anotar, sólo superado dos años después por Iniesta. Cuando le convirtieron en el quinto Beatle y se ganó, por méritos propios, no sólo ser uno de los mejores delanteros del mundo, sino uno de los mejores futbolistas del planeta. No obstante, quedó tercero tras Cristiano Ronaldo y Messi en la carrera por el Balón de Oro y el Fifa World Player, algo impensable hoy, y cuarto en la lucha por la Bota de Oro.

Pero ¡Ay, cómo hemos cambiado! Una vez se hartó de meter goles en Anfield, en invierno de 2010, decidió cruzarse toda Inglaterra, entrando en los libros de historia como el traspaso más caro del fútbol inglés, para llegar a Londres y recalar en el PetroChelsea. Hace cinco años ya de eso y no ha logrado desde entonces ver puerta en más de 30 ocasiones. ¿Qué ha pasado? es la pregunta. Quizás hay que valorar lo que sucedió en aquel verano de 2010, mágico para (casi) todos los españoles. El día 11 de junio arrancaba la Copa del Mundo con España como favorita. El día 16 de abril, a menos de dos meses para la cita, Torres pasaba por quirófano para realizarse una artroscopia y solucionar los problemas de menisco de su rodilla con los que, además, llevaba varias semanas jugando. "Son cuatro años esperando al Mundial y si los plazos van bien, no me planteo perdérmelo", decía él, sabedor de que el único premio a una temporada mala de operaciones era la posibilidad de jugar el torneo internacional.

Muy distinta fue la versión durante y tras el Mundial, que fue un punto de inflexión negativo y el comienzo de su declive. "La rodilla no respondía. Echábamos más horas que nunca de trabajo para intentar estar bien, pero en los entrenamientos veía que no llegaba al nivel", admitía el propio Torres. "Cuando no estás preparado es muy difícil competir en un Mundial", añadía Villa, su pareja en ataque, que confirmaba que la mayoría de sus goles con la roja los había convertido gracias al madrileño. "Se le exigía un nivel, su mejor nivel, y obviamente no podía llegar a él", señalaba el médico del combinado nacional. Y es que Torres acortó plazos y forzó para su recuperación. Llegó sin estar al cien por cien, quizás algo lesionado aún y por eso no fue titular en el primer partido. 

"A mí me cuadraban los tiempos de recuperación, pero te das cuenta de que al final no siempre sale todo como espera uno", afirmaba Torres. Ya se había lesionado unos meses antes, en enero y, tras una gran recuperación, vivía la que él dice ser la mejor época de su carrera. Había marcado quince goles en doce partidos hasta que recibió la noticia: se había vuelto a lesionar y había que operarse.

También distinta fue su versión de las cosas tras pensarlo, en frío. "¿Merecía la pena arriesgar tanto para ser campeón? Para mí sí", admitía sólo una semanas después de salir campeón, cuando decía que el único objetivo que se había marcado era estar en Sudáfrica. "Hoy en día todavía no sé si todo mereció la pena, no sé si volvería a hacerlo otra vez de la forma en la que lo hice", se corregía a sí mismo unos meses después. "Cierto es que la Copa del Mundo no la puedes cambiar por nada, pero cuando fuimos campeones lo primero que vi al abrir los ojos fue a los doctores y fisios (se lesionó en el minuto 120 de la final) y yo no había soñado ser campeón así. Ni siquiera podía saltar con mis compañeros para celebrarlo".

Torres, lesionado en el suelo tras ganar el Mundial 2010 / AP
Y es que es ese momento cuando la carrera de Torres dio un giro por completo y él lo sabía. Arriesgar más de lo debido no había salido bien, más bien acortó y condicionó su vida futbolística. Quizás por eso, tras el Mundial, no quería hablar de él. No se sentía partícipe, en parte, del éxito. Nunca salieron las cosas ya como parte de la plantilla del Chelsea en lo individual. No se volvió a volver a ver jamás la chispa que a él le hacía diferente. Esa que sirvió para superar a Lahm en carrera, esa con la que metió 81 goles en tres años y medio con el Liverpool. Una historia que tiene un cierto paralelismo con Michael Owen, otro delantero histórico del equipo red. Otro jugador al que maltrataron las lesiones, que poseía también la misma chispa que perdió tras varias operaciones de rodilla, tras caer al suelo y salir gateando de una Copa del Mundo. Tras no volver a ser el mismo nunca más. 

Torres, con el Chelsea / ANDY HOOPER
Hoy, Torres, aunque bien físicamente, parece algo más lento, tosco, descoordinado y hasta torpe, los mismos síntomas que tuvo el propio Owen. Igual que le pasó a otros muchos que no volvieron a dar el nivel tras los fatídicos problemas de rodillas. Torres duda si volver o no al equipo que le vio nacer. Hace mucho tiempo ya que, para la opinión popular, dejó de ser un delantero útil. Fernando tiene el buen recuerdo de los seguidores del Atlético como su mejor trofeo y fracasar en una hipotética vuelta sería terminar con los apoyos que le quedan. Pese a rendir a un altísimo nivel en el Liverpool, acabó saliendo por la puerta de atrás, viendo cómo los reds quemaban incluso camisetas con su nombre y su 9 a la espalda. En Chelsea, aunque le aprecian por su esfuerzo, trabajo y sacrificio, nunca tendrá el reconocimiento de haber sido determinante. La historia en Milán no parece escribir demasiadas páginas. 

Su palmarés es envidiable. Es el único futbolista en toda la historia que ha jugado y ganado una final de Mundial, Eurocopa, Champions League y Europa League. Es el único hombre que ha marcado en dos finales de Eurocopa (2008 y 2012). Los títulos colectivos harán que dentro de 30 años pase a ser recordado como uno de los mejores jugadores de la historia, pese a que de su carrera, sólo haya rendido a buen nivel en los dos primeros tercios de ella. Un jugador no es bueno o malo. La trayectoria de un futbolista tiene grises, factores y variables que condicionan una carrera. A los jugadores no se les olvida, de un día para otro, cómo se juega a esto del balón. El fútbol es una máquina que tritura y devora a un ritmo imparable e inimaginable.

Torres anotando el gol que le dio a España la Eurocopa 2008, ante
la atenta mirada de Phillip Lahm / CHRISTIAN CHARISIUS 

martes, 16 de diciembre de 2014

Sergio Díaz: Tiene la cara de un nene porque es un nene

"Remember the name, Wayne Rooney!", imposible olvidar el día que el hoy jugador del Manchester United se estrenó como goleador en la Premier League. Estaba a cinco días de cumplir los 17 cuando en Goodison Park, un niño con cara de pillo, mandó a la lona el registro de 30 partidos sin perder del Arsenal con un zapatazo imparable que llegó después de un fenomenal control. Como imposible es también, dudar de que Sergio Díaz es un niño prodigio al que aún le queda mucho por recorrer pero cuyo futuro se antoja prometedor.

Sergio Díaz / LA NACIÓN
Seis minutos le bastaron el pasado 27 de junio para demostrar de lo que es capaz con la camiseta de Cerro Porteño. Salió como suplente para jugar el tramo final de un partido ante General Díaz y desde entonces no ha vuelto a ver un encuentro comenzar desde el banquillo. Un mes después, también ante el mismo rival, se estrenó como titular con el dorsal número 18 a la espalda y con su portero, Barreto, haciendo las labores de mentor antes del pitido inicial. "Tiene la cara de un nene", decía el comentarista de la cadena paraguaya que emitía el partido. "Es que es un nene", le rebatía quien le acompañaba durante la emisión. Entonces sólo contaba con 16 años y 3 meses.

Sergio Ismael Díaz Velázquez, conocido sólo como Sergio Díaz, nació el 5 de marzo de 1998, aunque en muchas bases de datos figura erróneamente que vio la luz en diciembre del mismo año. Es el penúltimo de seis hermanos y desde hace unos meses, el nuevo ídolo del fútbol paraguayo. Ya le apodan 'El Kun de Cerro Porteño' por su semejanza con Agüero en varios aspectos, como el estilo de juego y precocidad. Él, encantado con la comparación. El hoy delantero del Manchester City es su ídolo y el espejo en el que se mira todas las mañanas. Cierto es que esa potencia en el tren inferior, tan característica de Agüero, también acompaña a Díaz en estos primeros pasos en la alta competición. La facilidad para recibir de espalda, dar la vuelta y regatear, o para cambiar de ritmo, también le acercan al estilo del argentino. Además, los dos comparten nombre y debutaron a temprana edad. En el 'Ciclón' (como se conoce a Cerro) no recuerdan una promesa similar desde que en sus filas militó Juan Manuel Iturbe, que ahora triunfa en la Roma.

Sergio nunca da un balón por perdido, quizás fruto del ansia de la juventud, de no perder el sitio que se ha ganado y sus compañeros le tienen como uno más desde el primer día. Sin ir más lejos, el día que debutaba como titular le dieron cinco pases en los dos primeros minutos de juego. Comparte delantera con un viejo conocido del fútbol español como Dani Güiza, con el que se entiende a las mil maravillas, pese a que él no se considere un punta nato. "Soy delantero, pero me muevo más por fuera, con movilidad constante y con participación en el juego", afirma. Le encanta caer a las bandas, donde puede encarar en el uno contra uno y dar rienda suelta a su interminable registro de recursos en el regate. Quizás fruto de la juventud y el físico (no llega al 1'70m) intenta salir del cuerpo a cuerpo para equilibrar la balanza. Ya le pasó al propio Agüero, condenado a ser un enganche incluso en sus primeros años del fútbol europeo para hoy ser un goleador nato.

Díaz llegó a Cerro Porteño casi de rebote, pues militaba en las inferiores de otro club del país, como Tacuaray. Diez amigos y él, que querían jugar juntos, decidieron probar suerte en el 'Ciclón', y desde entonces no se ha quitado la camiseta azulgrana. Sólo unas semanas antes de debutar, Díaz asombraba y fueron los más de 30 goles con el equipo Sub15 los causantes de que fuera a probar con los mayores, con los que ya ha jugado 20 partidos entre partidos de competición liguera y Copa Libertadores en los que ha marcado 8 tantos.

"Cuando llegamos al equipo y empezamos a preparar los partidos decidimos llamar a Sergio Díaz para el encuentro ante el Olimpia. Me llamó la atención la personalidad que tiene para su edad. Es un niño, pero tiene el comportamiento de un adulto", señalaba Hernán Díaz, su entrenador. "Tenemos que cuidarle, porque es joven y a esa edad se puede cometer errores", añadía. Uno de esos fallos, posiblemente, lo tuvo en el encuentro ante el Luqueño el pasado mes de noviembre. El equipo perdía por un tanto y él, en una acción individual, no pudo igualar el partido cuando tenía todo para hacerlo. Unos puntos que pudieron resultar cruciales en el desenlace final del campeonato, que se terminó llevando Libertad. Fruto de esa jugada, corrió el rumor de que tuvo una pelea en la que un compañero llegó a agarrarle del cuello y agredirle, algo que poco después se desmintió.

Díaz, celebrando un tanto / ÚLTIMA HORA
Aún en pleno bautismo, su llamada para jugar con los mayores condicionó toda su vida, así como la de su familia. Su padre pidió un permiso especial en el trabajo para ausentarse durante los entrenamientos y así poder llevar a su hijo hasta el campo. "Antes iba en autobús, pero ahora no puede", dice su madre Miguela. Y es que Sergio ha pasado de ser uno más en el Barrio Obrero a convertirse en toda una estrella a la que le resulta imposible caminar por la calle ante el acoso popular. "No queremos que nadie le haga daño, que vaya por ahí sólo es muy peligroso, además aquí ahora hay mucha inseguridad", añade Miguela. Por eso el padre hace las labores de chófer con el coche que le ha regalado Yanick Delmás, representante de Sergio.

Su primer tanto como profesional no llegó hasta nueve partidos después de su debut y fue precisamente de la manera más impredecible, con su mayor carencia: la cabeza. Con el 22 a la espalda (número que ha alternado con el 18), el 'Chiquilín' (su otro sobrenombre hasta la fecha) remató en la línea de gol un centro desde la esquina prolongado por un compañero, señalando con ímpetu el escudo del equipo que le había dado la oportunidad y con una sonrisa de oreja a oreja. Un testarazo, "¿Quién iba a pensarlo, de cabeza?", decían en Paraguay, que dio los tres puntos a Cerro y supuso la apertura de la caja de pandora, y es que Díaz, enamorado del sabor que tiene mandar el balón a la red, no ha dejado de hacerlo desde entonces. Uno más en la siguiente jornada, otros dos tantos en la siguiente (que supusieron otra victoria) y una nueva racha de tres encuentros seguidos anotando el pasado mes de noviembre completan su calendario goleador. 

Lo ha hecho de todas las maneras. De cabeza, con la derecha, picando el balón, al primer toque... Su sangre fría para hacer un control con la rodilla casi en el área pequeña para fusilar después al meta de Sol de América ha dado la vuelta al mundo. Al 3 de Febrero le vacunó en cinco minutos con dos dianas. La primera, poniendo el balón en la escuadra desde fuera del área tras una gran acción de Güiza; la segunda, para el recuerdo, con continuos cambios de ritmo en diagonal desde la frontal, dejando atrás hasta a tres rivales a los que manejaba cual marionetas en una jugada que podría firmar el propio Agüero e, incluso yendo más allá, Leo Messi. "Un gol de auténtico crack", definían los comentaristas, que siempre acompañan cada gran acción de Díaz con la coletilla "el juvenil". Imaginen la cara de los jugadores y entrenadores rivales cuando Sergio les saca los colores. "Nos ha ganado un niño", deben pensar. Sí, un niño prodigio.

Más allá fue con el portero del 12 de Octubre. Primero le hizo una vaselina, picando el balón cuando salía a por todas y luego marcó un tanto de oportunista, con el meta batido. Y es que, los porteros son su víctima favorita. Le bajan las pulsaciones cuando tiene a uno enfrente y no duda a la hora de darle el golpe mortal. Como hizo con Guaraní, aprovechando un error defensivo y remontando él sólo el partido en la que hasta hoy es su última diana. Tuvo críticas al principio, sobre todo en esos ocho partidos en los que su desparpajo no era suficiente y el nulo acierto goleador no acompañaba. "Condiciones le sobran y juega porque está preparado para ser titular", decía su entrenador. "Cada día mejora y eso se nota", destacaba.

Sanabria (I) y Sergio Díaz (D), con
la selección paraguaya Sub 20 / IP
Su pierna natural es la derecha, pero asombra la facilidad que tiene no sólo para golpear o asistir con la izquierda, sino para conducir la pelota con la zurda. Una cualidad determinante a la hora del regate. No sabes por dónde va a salir de él. No juega como referencia en punta, de momento, y se mueve como pez en el agua tanto como enganche como en los dos costados. Siempre se ofrece para el pase y no duda en bajar a recibir al centro del campo cuando el juego está atascado. Su cambio de ritmo y el juego en una baldosa hasta la fecha es su mejor arma, pero su futuro se antoja arrollador cuando adquiera experiencia y físico.

La vida del futbolista es muy corta y el destino puede ser muy cruel con un niño que apenas está empezando en esto y que no sabrá donde está mañana. Por eso, su madre le obliga a estudiar, aunque le han permitido abandonar momentáneamente el colegio. "La idea es que vuelva el curso que viene", señala su madre. "A mí me cansaba mucho estudiar después de venir de los entrenamientos. Además, después de salir al campo, yo sólo quería ser futbolista", añade él. 

Cuatro grandes clubes del mundo ya se han fijado en él, según revela Juan José Zapag, presidente de Cerro, que intenta calmar el interés. "Es muy joven, nosotros necesitamos que siga rindiendo alto y puedo confirmar que no se va a mover de aquí como mínimo en los próximos dos años". Sergio sueña con la selección. "Aún no me han llamado, pero sé que si sigo así, pronto podré estar con ellos" y podría ser uno de los elegidos para disputar el próximo Campeonato Sudamericano Sub 20 que se celebrará en Uruguay entre el 14 de enero y el 7 de febrero. De momento, ya ha entrado en una lista de 21 jugadores que lidera el ex jugador del Barça y ahora en la Roma Tony Sanabria que viajó ayer para concentrarse y disputar tres encuentros que servirá al seleccionador para tomar la decisión definitiva. Habrá que estar atentos a los progresos, porque 'El Kun de Cerro Porteño' no parece tener techo. Sergio Díaz, remember the name...

Sergío Díaz controla un balón / ÚLTIMA HORA



viernes, 12 de diciembre de 2014

Once decepciones de la temporada (y alguna más)

Cada vez que se abre el mercado de fichajes, los presidentes, jeques y los manager con poder sacan sus relucientes chequeras a pasear. Cifras con innumerables ceros nublan la visión de muchos de las traspasos, que acaban cayendo en saco roto. ¿Quién no se acuerda del fracaso de Kaka', tras pagar por él una millonada? ¿Qué decir de Shevchenko, qué cambió Milán por Londres cuando era el mejor jugador del mundo y acabó siendo un quiero y no puedo en Stamford Bridge?

Son muchos, la mayoría, los que acaban triunfando, rayando al nivel que se les presupone. Con todo, no es menos cierto afirmar que los fiascos más sonados acaban por encabronar a aquellos que apostaron por los jugadores menos lucidos. Fellaini y Soldado, por quienes el año pasado se pagaron millonadas, parece que empiezan a ver la luz al final de túnel en esta su segunda temporada en sus clubes.

La lista para este año es de categoría, con nombres capaces para llegar a lo más alto venidos a menos por diferentes motivos:

Jan Oblak, en su presentación / ATLÉTICO DE MADRID
Oblak (Atlético): La portería tiene dueño y ese es Jan Oblak. El esloveno, fichaje de relumbrón del Atlético, llegó para cubrir la sonada baja de Courtois. No en vano, los 16 millones que pagó por él el club del Manzanares no eran más que una forma de cubrirse las espaldas y de no cometer por segunda vez el error que en su día hicieron no fichando al belga. Oblak, que partió con desventaja por estar lesionado, se ha visto relegado a la suplencia por Moyá y no ha sabido aprovechar sus oportunidades cuando las ha tenido. No tuvo suerte en El Pireo cuando, ante el Olympiacos, encajó tres goles en un mal partido global. Inédito ante el Hospitalet, una Copa del Rey complicada como la que tiene el equipo rojiblanco es un arma de doble filo: Oblak puede sufrir la presión de medirse pronto ante los mejores con mucho que demostrar; o puede al fin empezar a amortizar por qué se pagó tal cantidad de dinero por él. No andan lejos en la disputa del puesto Ter Stegen y Keylor Navas. El primero, en el Barça, ha sido relegado a la suplencia y sus partidos en Champions han dejado dudas mientras que el del Real Madrid no supo aprovechar las horas bajas de Casillas y tampoco ha dado seguridad cuando Ancelotti le ha dado la oportunidad. 

Douglas (Barcelona): Le ficharon como hombre de futuro, deprisa y corriendo ante una posible espantada de Dani Alves que se uniría a una prohibición de fichar que dejaría coja la plantilla. El perfil del jugador, brasileño, carrilero, que invitaba a pensar en un jugador de características similares al propio Alvés, Adriano, Marcelo, aún no se ha podido ver y en los dos partidos que le ha dado Luis Enrique ha sido el centro de las críticas

Lovren (Liverpool): Fueron 25 los millones de euros que puso el equipo red encima de la mesa para llevar a Anfield a este croata que a tan buen nivel había rendido en el Southampton. Su juego aéreo potente (en las dos áreas), su temple con la pelota y su seguridad al corte, acompañado todo de un gran envío en largo fueron motivos más que suficientes para que Brendan Rodgers se lanzara de cabeza a por este central. Quizás la presión de jugar en un grande y el hecho de que el equipo no acompañe, Lovren no sólo no ha destacado sino que se ha hundido y en las últimas jornadas el veterano y casi retirado Kolo Toure le ha desplazado al banquillo. 

Vermaelen (Barcelona): Llegó lesionado y así sigue. Los jugadores no son buenos o malos y ya está, o no dejan de ser de un grupo para irse a otro. También hay grises, colores intermedios que condicionan carreras y el de Vermaelen se pinta con lesiones. Uno de los mejores jugadores europeos en su posición hace sólo unos años que ahora no sale de la enfermería. Apartado del grupo, en el gimnasio o haciendo carrera en solitario, el caso es que Vermaelen, por el que el Barcelona pagó un pastizal, aún no ha debutado y si lo hace esta temporada sería prácticamente al final de ella, con todos los títulos por decidir. Bien podría estar en esta lista Mangala (Manchester City), por cuya mitad del pase pagó 40 millones el equipo de Pellegrini y parece no haberse adaptado aún a la Premier. Lento al corte y con despistes defensivos, no es titular indiscutible pues el veterano Demichelis lo está poniendo difícil.

Luke Shaw, durante un partido con el
 Manchester / MARTIN RICKETTS / PA
Luke Shaw (Manchester United): Fue uno de los culebrones del verano. ¿Shaw al Chelsea o al Manchester? Por momentos parecía que este chico maravilla, que acudió al Mundial  y llevaba un par de años llamando a la puerta de los grandes se iba a comer el mundo continuando con su interminable progresión, pero no ha sido así. El sistema de 3-5-2 que ha intentado implantar Van Gaal le podría venir incluso mejor que el tradicional 4-4-2 al que él estaba acostumbrado. Un carrilero largo, con muy buen golpeo de balón, muy capacitado tanto en tareas defensivas como ofensivas y un físico prodigioso para un chico tan joven. Incansable. Sobre el papel es muy bonito pero la realidad es bien distinta. Un extremo reconvertido como Ashley Young le ha ganado la partida. También ha jugado ahí Marcos Rojo y no dejan de sonar posibles refuerzos como Baines para ocupar el puesto de un chico que costó algo más de 35 millones de euros. No está sólo en esto, viene pegando fuerte Filipe Luis, curiosamente el fichaje por el que se decantó el Chelsea cuando Shaw decidió ser un red devil. El brasileño se ha visto relegado a la suplencia en el carril izquierdo por un lateral derecho como Azpilicueta, ojito derecho de Mourinho. Por méritos propios, eso sí. Para cerrar la ecuación, Siqueira, que firmó por el Atlético para tapar la baja de Filipe, tampoco se ha ganado el sitio y sólo la lesión del cedido Ansaldi le ha otorgado minutos.

Ander Herrera (Manchester United): Otro fracaso millonario del equipo de Van Gaal. No ha sabido adaptarse al ritmo de la Premier y de momento no es el creador de juego que se le presuponía. Se ha visto adelantado por Fellaini, que el año pasado ocupaba esta lista y ha llegado a jugar con el equipo reserva. Sólo las lesiones de Carrick y sobre todo la de Blind le han brindado de minutos en la actualidad. Tuvo un buen inicio de temporada, pero su caída fue en picado y sin frenos. Aún tiene media temporada para resarcirse.

Rodwell (Sunderland): Era el nuevo niño maravilla del Everton sólo hace unos años y dio un salto de varias alturas fichando por un Manchester City que tenía excedente en esa posición y donde prima más el precio de jugadores ya hechos que el crecimiento de futuras estrellas. Salió al Sunderland con el objetivo de reconducir su carrera y en el primer tramo de la temporada, de momento, ha fracasado.

Cerci (Atlético): Llegó a última hora en el mercado de fichajes y por cómo se desarrolló su culebrón parece que ni él era la primera opción del Atlético ni el equipo colchonero era el destino que el italiano quería. Los 16 millones de euros de su traspaso ponían el listón bien alto a un jugador que de momento es una decepción en España tras haber visto de lo que es capaz en el Calcio. En el banquillo o en la grada, ha demostrado con cuentagotas su potente punta de velocidad y su gran disparo desde lejos en los contados minutos que le ha dado Simeone. Con ganas de hacer demasiadas cosas en el poco tiempo que le dan (o que se gana), no ha sabido de momento complacer a nadie y no parece que su situación pueda mejorar a corto plazo.

Cabella, con el Newcastle / SERENA TAYLOR
Cabella (Newcastle): Iba a ser el periscopio del equipo, aquel que debía hacer olvidar a Cabaye tras su fuga al PSG y de momento se pasa los partidos entre bambalinas. Cierto es que empezó como titular y se metió a la afición en el bolsillo con acciones de cara a la galería, pero no ha tenido constancia. La irregularidad como sello distintivo, ha desaparecido sobre el campo cada vez que se había ganado los minutos con buenas actuaciones. "Actualmente no está preparado para el nivel de la Premier", confirmó ayer su entrenador.

Marko Marín (Fiorentina): Un habitual en estas lindes. Puso el listón bien alto cuando era un imberbe que fascinaba en la Bundesliga y ahora se le mira siempre con las expectativas en todo lo alto. Nunca triunfó en el Chelsea y cuando mejor estaba el año pasado en Sevilla cayó en la pesadilla de las lesiones. Ahora, en Florencia y en una liga que presumiblemente no se adapta a sus características, pasa las jornadas viendo a sus compañeros desde la banda.

Fernando Torres (AC Milan): La joya de la corona. El volver a sentirse importante en un gran club (venido a menos) hacía pensar que las mejores tardes de Torres podrían verse de nuevo. Su comienzo de temporada fue bueno y desde entonces no ha aparecido. Relegado al banquillo en un equipo que no genera juego ofensivo, todo hay que decirlo, los rumores de que el club italiano quiere acabar con su cesión no invita a pensar que vaya a hacer carrera en San Siro. No mucho mejor le van las cosas a Balotelli (Liverpool). El italiano, que antes ocupaba el puesto de Torres, ha sido la gran decepción del Liverpool esta temporada, donde no ha podido hacer olvidar al hoy culé Suárez, pero tampoco ha aprovechado la baja de Sturridge por lesión y el mal momento de forma física de Lambert. También podría ser nuestro delantero Falcao (Manchester United), que no ha vuelto a dar la talla desde que salió del Atlético. Las lesiones, cierto es, le han privado de minutos en Old Trafford.

Fernando Torres, en un partido con el Milan / EFE

martes, 9 de diciembre de 2014

Matías Kranevitter: el chico que creció viendo vídeos de Busquets y Pirlo

Tres son las señas de identidad del fútbol argentino, sin contar los asados de carne, claro está. Jugadores potreros, gambeteros capaces de romper todos los esquemas de un partido es la primera; también los guardametas altos, difíciles de batir en el uno contra uno cuando clavan la rodilla al más puro estilo fútbol sala; por último, en los últimos años, la figura del 'cinco' argentino ha ido cogiendo peso y convirtiéndose en la esencia por antonomasia del fútbol albiceleste, donde Mascherano es su último y quizás mejor exponente. 

Uno de estos últimos es Matias Kranevitter, jugador de 21 años de River Plate que da sus primeros pasitos en esto del balón y que bien podría haber destacado en otros deportes. Y es que Colo, como le apodan (también le llaman Jefecito por Mascherano), hizo sus pinitos en el golf cuando sólo tenía 12 años. Pasó dos de ellos como caddie en un campo cercano a su casa para aportar algo de dinero en casa, un deber que le correspondía al ser el mayor de seis hermanos en una familia humilde. Padrinos no le faltaban. César Castillo y Andrés Pigu Romero, golfistas con buen nombre en el panorama mundial son familia suya y le introdujeron en el mundo. Admite que no se le daba mal eso de los hierros y la gente de su entorno lo confirma, pero en Argentina todos los críos sueñan con otra cosa.

No dejó escapar el tren del fútbol cuando un ojeador de River llamó a su puerta con 14 años. Viajó a Buenos Aires y pasó la prueba pertinente que le ha llevado a ser hoy uno de los futbolistas con mayor proyección. De hecho, una desafortunada lesión (rotura del quinto metatarsiano del pie derecho en octubre) le ha privado de su primera convocatoria con la selección absoluta de Martino, para la que contaba con muchas papeletas.

Kranevitter, entrenando con muletas / River Plate
Una lesión, eso sí, que no le impidió entrenarse cuando caminaba con muletas. Sorprendió a todos, compañeros y cuerpo técnico incluidos, cuando sólo unos días antes de pasar por quirófano saltó al césped del Monumental con sus dos muletas como aliadas para realizar sesiones de entrenamiento. "Me dieron vacaciones, pero no aguanté", afirmaba. Hizo algo de carrera, toda la que se puede hacer con esos armatostes de apoyo y realizó ejercicios de golpeo de balón con la izquierda, su pierna mala. Repitió más de una y de dos sesiones, no fue algo testimonial de cara a la galería. Otro de sus cometidos,además, era hacer piña y alentar a la plantilla, que vivía momentos importantes en la lucha por el título. 

Claro que, viendo su historial, tampoco debería sorprender ver al Colo en un futuro con alguna lesión más seria correteando junto a sus compañeros en las vísperas de un partido. Y es que el pasado mes de febrero decidió jugar el Superclásico contra Boca con 40 grados de fiebre. River ganó 1-2 en La Bombonera con una gran actuación suya y al término del encuentro fue ingresado en un hospital, donde se le diagnosticó una gastroenteritis severa. 

Admite que de pequeño se fijaba en Mascherano, hoy reconvertido a central en el fútbol europeo pero toda una referencia en el fútbol sudamericano en la posición de '5'. El Jefefito, oficiosamente capitán de la albiceleste, hizo carrera también en River, con el dato peculiar de debutar antes con el primer equipo de la selección que con el de River, y es el espejo al que mirarse para todos los centrocampistas. 

Las comparaciones son odiosas pero en este caso necesarias. Krane es un jugador que no pierde nunca la posición, que se coloca a la perfección con y sin balón, que no acostumbra a ir al suelo, cosa de la que dista con Masche. Aunque el hoy jugador del Barcelona no es su única referencia. "Sigo a Mascherano, pero también me fijo en Bastian Schweisnteiger. Me gusta fijarme cómo juegan a un toque, cuándo retroceden y también ver cómo antes de recibir la pelota ya saben hacia dónde la van a hacer circular, porque tienen una referencia de todo el campo de juego". Malos profesores no se ha buscado precisamente, porque afirma también admirar a Redondo, pionero en esta posición para el fútbol contemporáneo.

Kranevitter, en su debut ante Lanús / La Página Millonaria
A todo este mejunje personal hay que sumar el entrenamiento colectivo y personalizado que le ha impuesto Marcelo Gallardo, su actual técnico y su máximo valedor desde que llegó al banquillo de River. "El secreto de mi juego es que el míster me hace ver vídeos de Busquets y Pirlo". Y la verdad que, con mucho por hacer aún y salvando las distancias, el chico tiene cosas de ambos también.

Su progresión en año y medio hace imposible no pensar en un futuro, aunque no muy lejano, salto al fútbol europeo. Tiene condiciones para jugar como hombre más retrasado en un centro del campo formado por tres mediocentros, pero también en uno formado por un doble pivote. Saca el balón sin complicaciones, aunque le cuesta ir más allá de la primera línea. Es decir, tiene buena salida de pelota desde abajo pero no es un creador de juego. Tiene un aire de ser siempre superior a los demás. Es un prodigio a la hora del corte y su capacidad de anticipación está a la altura de muy pocos. Juega en corto y en largo con calidad, siempre se ofrece cuando un compañero cercano tiene la posesión y tiene una cualidad muy difícil de ver en el fútbol actual: cada balón que da siempre es mejor que el que ha recibido. Tiene suma facilidad para recibir libre de marca y cuando está presionado es usual ver cómo se genera unos metros a base de fintas de fútbol sala o escondiendo el balón. Sus piernas, largas e interminables, le hacen ir bien al corte cuando está por detrás del balón sin necesidad de ir al suelo, algo que no suele utilizar y su mayor defecto está en el juego aéreo. Su altura (1'82 metros), eso sí, hace pensar que pueda progresar y mucho en el futuro. Condiciones todas ellas que le hacen ser superior en el torneo argentino e invitan a pensar en que el fútbol sudamericano se le queda pequeño. Cualidades que deberá adaptar a un fútbol más exigente como el europeo, algo nada fácil y un puente por el que muchos talentos nunca acaban de pasar. 

Es Matías Kranevitter, el chico que dejó el golf por jugar al fútbol, el cinco de hierro que bien pudo ser un 'hierro cinco'. El jugador que se entrenó en muletas a horas de pasar por el quirófano y que jugó con 40 grados de fiebre para ser ingresado minutos después. En Argentina ya le conocen y algunos se atreven a alternar las letras de su apellido para llamarle Kraven, como El Cazador de Marvel. El futuro ya está presente.

Kranevitter, durante un partido / TELAM

domingo, 7 de diciembre de 2014

Papiss Cissé, el resurgir de La Bestia

Algunos de los mejores '9' del Newcastle.
Pocos arietes como él hacen mejor honor a aquella cita, y realidad, que defiende que los delanteros viven de rachas. Así es Papiss Demba Cissé, a quien apodan 'Papa' desde su época como jugador, aún semiprofesional, en el pobre fútbol de los estadios africanos, por la suma facilidad que tiene de convertir cada balón que toca en gol y de obrar milagros cuando más difícil parecen.
Su idilio con el gol y con Newcastle siempre han estado de la mano. Le bastó menos de un minuto en el día de su debut como urraca para perforar la portería del Aston Villa, dar los tres puntos a su equipo y conseguir los gritos de euforia del respetable mientras por la radio, quien comentaba el partido, sólo podía articular, en tono celestial: "Welcome to Newcastle, the new number 9" (Bienvenido a Newcastle, el nuevo número 9). Un dorsal que históricamente ha estado ligado a grandes figuras, desde la leyenda Alan Shearer hasta su penúltimo poseedor, Andy Carroll, pasando por Malcolm Macdonald, Les Ferdinand o Andy Cole, todos ellos escritores de las mejores páginas de goleadores en el libro del fútbol inglés.

Allá por el nordeste de Inglaterra se coreaba aquello de 'Tenemos más Dembas que vosotros', en referencia a que el compañero de Cissé, por aquellos entonces, era su compatriota Demba Ba, una pareja de africanos que tenían a la Premier patas arriba. Cissé, con sus muñequeras con la bandera de Senegal como mejor arma, hizo 13 goles en 14 partidos en la temporada de su debut y la única pregunta sin resolver es de qué habría sido capaz el Newcastle esa temporada de no haber llegado tan tarde el '9' por la Copa de África. Un Newcastle que terminó quinto en Liga, a sólo cuatro puntos de la cuarta plaza y a cinco del Arsenal, tercero. Había nacido un ídolo.
Demba Ba y Cissé, celebrando un tanto.

Presionaba como el que más en un equipo liderado por Ben Arfa y Cabaye y corría como un jabato a cada balón dividido por difícil que pareciera. Paradójicamente, el peligro aparecía (y sigue haciéndolo) cuando baja de revoluciones, calma las pulsaciones de su corazón y parece que desconecta del partido. Es entonces, cuando flota como una mariposa, cuando más pica como una abeja. Una serenidad que le acompaña también en las celebraciones, cuyo repertorio es limitado para la cantidad de veces en la que sus botas van a parar con las mieles del gol. Sólo acude al córner y se arrodilla a besar el suelo (por ello algunos también le llaman Papa, aunque él es musulmán) o bien sigue caminando con su interminable zancada cual atleta que acaba de ganar una prueba olímpica. Incluso una vez, con un gol en el 93, rompió con todos los esquemas y saltó las vallas de publicidad encolerizado para brindarle ese triunfo más de cerca a la afición. Avergonzado después, no sabía dónde meterse. No va con él.

Le costó adaptarse a jugar sólo en punta, después de la fuga de su mejor socio, Ba, y pudo contribuir apenas con una docena de goles en la campaña siguiente donde al mismo equipo le cambió el gesto y salvó el descenso en la penúltima jornada tras haber rozado el cielo sólo unos meses antes y para Cissé, que aportó puntos en casi todos los duelos en los que marcó, se vino una época difícil. El club adquirió el patrocinio de una empresa prestamista que él consideraba que no concordaba con sus creencias y se negó a vestir la camiseta con el logo que habían implantado. Verano de por medio y hasta marzo, alternó titularidad, suplencia y destierro (se entrenó en solitario muchos meses) y el equipo intentó venderle hasta la última semana de febrero, cuando se cierra algún mercado del este de Europa.
El fútbol quiso que su temporada para olvidar (dos goles en 24 partidos de Liga y otros dos en Copa) terminase de la peor manera posible. Un mes antes de finalizar la competición, el senegalés se fracturó la rodilla y los seis meses que ha estado en el dique seco bien han sido una recuperación completa, tanto física como mental. Se calzó sus botas para retornar ante el Hull City el pasado septiembre y una manada de tigers no pudieron con 'La Bestia', que sólo necesitó 21 minutos para mandar dos balones a la red y dejar claro un mensaje: ha vuelto.

Desde entonces ha medido cada progreso con lupa y no ha querido dar un paso en falso. Su rodilla preocupa y al mínimo contratiempo, Pardew, que se deshace en elogios hacia él, ha decidido darle descanso. Pero es imposible contenerle más tiempo en el banquillo. El buen momento de Ayoze Pérez le ha privado de algún que otro minuto, pero ahora se antoja imposible que la punta de ataque no sea suya, quizás acompañando al español o en detrimento de él. Su puesta en escena ante el Chelsea del sábado es una exhibición de sus mejores armas: sacar goles de la nada, aprovechar fallos rivales, crecerse ante los mejores y aparecer cuando más desconectado se deja ver. Como una serpiente que finge su muerte ante su cazador para engatusarle y hacer parecer que ha perdido valía.

Las casas de apuestas ni mencionaban su nombre como máximo goleador a principio de temporada. Sólo hace dos semanas, que acababa el campeonato como pichichi se pagaba 1 a 100 y esas cifras bajan poderosamente domingo tras domingo, partido tras partido, exhibición tras exhibición. Ya son siete goles en nueve ratitosMarca cada 63 minutos, el segundo mejor ratio gol/minuto de cualquier delantero en las mejores ligas europeas (C. Ronaldo ve puerta cada 50 minutos; Agüero, pichichi de la Premier, cada 74.) y su caza sólo acaba de empezar. "Welcome to Newcastle, the new number 9".

Cissé, tras marcar un gol el pasado sábado ante el Chelsea / Getty Images