miércoles, 28 de enero de 2015

El delincuente que fue capaz de eclipsar a Messi

Hoy en día, con cuatro Balones de Oro de oro bajo su brazo, suena a utopía hablar que hubo una vez, hace muchos años, un equipo donde Leo Messi no era la estrella. Donde era el escudero perfecto de un muchacho un año mayor que él que jugaba por la derecha y relegaba al pequeño Leo a una posición algo más incómoda para él. Hay que remontarse al año 2000, cuando el hoy jugador del Barça tenía 13 años y Gustavo Rodas era el líder del equipo con un añito más. 

Rodas, con el León / DIFUSIÓN
Entonces jugaban en Newells Old Boys y, por esa pequeña diferencia de edad, no todos los años compartían equipo. Billy, como apodaban a Rodas, era la joya de la corona de la cantera de los leprosos, el jugador diferente, aquel que marcaba las diferencias y sobre el que se contaban historietas de qué llegaría a ser y cuántos títulos lograría alcanzar. 

Cuando el Barcelona llamó a la puerta del club rosarino buscando una nueva promesa, los directivos 'escondieron' a Rodas y le ofrecieron al club catalán la figura de Messi. Y es que la Pulga tenía un serio problema de crecimiento y debía recibir un tratamiento de hormonas tan costoso que el equipo argentino no se podía permitir (unos 1.000 euros al mes). Así, poniendo a Messi en el escaparate, no sólo se quedaban con Rodas, sino que se aseguraban no tener que hacer frente al tratamiento tan caro de Leo y se quitaban un gran peso de encima. "No hay problema, que se vaya Messi, aquí se queda el mejor: Gustavo Rodas", se sigue contando hoy en el seno del club que afirmó el por entonces presidente de Newells, Eduardo López.

Hoy, uno es una estrella mundial, el jugador con más trofeos individuales de prestigio de la historia, campeón de innumerables ligas españolas, de varias Champions y de tantos títulos que no se pueden contar con los dedos de las manos; mientras que el otro se entrena en solitario, desempleado tras acabar su periplo en su último equipo, CA Talleres, en la Tercera División del fútbol argentino. Su cabeza y el entorno que le rodeaba formaron una mezcla explosiva perfecta que acabó tirando todo su talento por el retrete ¿Quién sabe si la historia hubiera sido bien distinta de no haber jugado al escondite el día que el club catalán pasó por Argentina?

Rodas, con la Sub17 Argentina / TELAM
Rodas debutó con 16 años en Primera División de Argentina defendiendo la camiseta de Newells, marcando además en el día de su puesta de largo. Rompió entonces con registros de precocidad siendo el jugador del club más joven en debutar (ahora superado por Ezequiel Ponce) y fue uno de los jugadores con menos edad en debutar en la historia del campeonato al hacerlo con unos meses más de los que tenía Maradona en su época. Lideró a la selección Sub17 de Argentina (con el 10 a la espalda) que se proclamó campeona en el Sudamericano Sub17 en Bolivia en 2003 siendo el jugador estrella del campeonato, un torneo al que Messi no llegó a acudir. Pronto acecharon los interesados, como hienas, que se acercaron a él por quién podía llegar a ser y no por quién era. Y acabó desviándose por el mal camino, que en el fútbol sudamericano te corrompe hasta límites insospechados, que deriva en caos, violencia y malas artes. Una vía que incluso le llegó a plantearse la retirada con sólo 16 años, cuando sólo había debutado, para llevar otro estilo de vida. Se destrozó la vida. Más si es un caso como el suyo, que vivía sólo desde los 13 años, cuando sus padres se separaron y se tuvo que hacer cargo de todos sus hermanos.

"Era un malandro (delincuente). Me pegaba con todo el mundo e incluso llegué a manipular un arma. Me faltó poco para robar", admitía el propio Rodas hace un par de años, ya más maduro e intentando asentar la cabeza. No obstante, aún sin la mayoría de edad y con unos cuantos episodios oscuros ya en su curriculum, recibió la llamada de la Selección Sub21. Pero él tenía otros planes. Conoció a una mujer mayor, se fue con ella y no acudió a la convocatoria con la albiceleste, que decidió no volver a contar con él nunca más. 

Ese fue su punto de inflexión, pero para mal. Pensó que todo valía si sabía jugar con la pelota, que el mundo iba a girar en torno a él hasta que quisiera y cuando se dio cuenta, no tenía nada, salvo dos hijos a los que criar con sólo 19 años. Había puesto al fútbol como la última de sus prioridades, se saltó entrenamientos y partidos y se le gastó la llama. Newells se cansó de su niño maravilla y con 20 años abandonó la disciplina rosarina. Pasó las dos siguientes temporadas dando bandazos en equipos de la segunda y la tercera categoría del fútbol argentino, donde tampoco cuajó. 

Probó fortuna en la liga colombiana, sin éxito. Vio cómo se truncaban innumerables traspasos a distintos puntos del mundo, fue rechazado en multitud de pruebas y le rompieron a última hora un fichaje por un equipo de Venezuela, Carabobo, con quien llegó a entrenar y donde estuvo unas semanas hasta que le dieron puerta. Se marchó al fútbol peruano y tras unos meses en Coronel Bolognesi, acabó sin contrato, entrenando en solitario y buscando una oportunidad que parecía nunca iba a llegar. Tenía 23 años y en sólo tres temporadas le habían desechado de cinco equipos menores. Había pasado de ser la mayor promesa del país a no valer siquiera para jugar en la peor categoría de éste. 

Pensó en la retirada. Declaró que el fútbol se había acabado para él y, tras unos meses de inactividad, León de Huanuco, otro equipo de Perú, le reclamó. Allí, de la mano del técnico Franco Navarro dio su mejor versión. Se hizo con premios al mejor jugador de la Liga y la selección peruana preguntó a la FIFA para nacionalizarle y que jugara para ellos. "Me encantaría defender su camiseta. Tengo muchas ganas de ganar cosas con ellos, porque aquí me dieron la oportunidad. Yo estaba a punto de retirarme y aquí en Perú me ayudaron mucho, me hicieron creer en mí". Nunca pudo, pues ni siquiera le concedieron la nacionalidad peruana.

Pero tras una buena temporada, el club terminó vendiéndole a una potencia del fútbol sudamericano, el Deportivo Quito. Volvió a perder su estabilidad, nunca se adaptó y en sólo seis meses se fue a probar suerte al fútbol chino. Tampoco cuajó y el León de Huanuco le volvió a firmar un contrato. Pero ya no era el mismo que había pasado por allí hacía dos años. Su última experiencia fue en Talleres, el equipo contra el que había debutado con sólo 16 años, pero 13 años después, en la Tercera División del fútbol argentino. Un club que, entrado el 2015, decidió prescindir de sus servicios. 

Ahora Billy Rodas se encuentra sin equipo, entrenando en solitario en Rosario esperando que algún día le llegue la oportunidad que desaprovechó en su día, soñando con cambiar el pasado para vivir un gran futuro pues no le gusta su presente. Echa la vista atrás y siente melancolía y muestra agradecimiento, aunque se deja ver triste por lo que pudo ser y no fue, porque Messi es el espejo en el que se mira cada día y no puede evitar pensar que, con las decisiones correctas y las dosis de fortuna necesarias, él estaría en su lugar. Aunque es de los pocos que, habiendo coincidido con los dos, no se creía superior a Leo."Casi siempre jugábamos de titulares juntos, él no era mi suplente. Pienso que viendo todo aquello, podría haber llegado a jugar mucho mejor, pero es de mayor cuando eso se ve, y Messi es el mejor del mundo", señala y añade: "Mi problema no era en la cancha, sino lo que pasaba fuera. Hacía las cosas muy mal, llevaba mi vida desordenada".

Rodas, con el emblema del León / MARTÍN HERRERA


martes, 27 de enero de 2015

¿Condenado al fracaso?

Es hoy, en tiempos de Odegaard, cuando a la cabeza se vienen ineludiblemente los nombres de Freddy Adu, Lulinha o, más de cerca, Bojan Krkic, que seis años después de despuntar y cinco tras caer en el olvido, se ha lesionado de gravedad ahora que parecía haber encontrado su sitio en el Stoke. El chico de doble nacionalidad, española y serbia, que debutó, como Munir, con la absoluta de nuestro país en partido oficial son sólo 18 años para espantar posibles cantos de sirena de otro combinado. Méritos había hecho, claro está, aunque siempre se intentó quemar etapas en su conversión a profesional. Y es Luis intentó convencerle meses antes para que acudiera a la Eurocopa que nos catapultó al primer nivel mundial, pero su fatiga tras dar el salto al primer equipo del Barcelona con sólo 17 años y problemas de ansiedad que admitió después, cortaron una progresión que parecía no tener techo. Además, acusó a varias personas de intentar hacerle demasiado rápido como jugador. "Mi salud no estaba para ir a la Eurocopa y es un mensaje que muchas personas no han querido que saliera".

Fue así, de la noche a la mañana, cuando Bojan dejó de brillar con luz propia y se concluyó en que, con esas 17 primaveras, había hecho ya la mejor temporada que haría en toda su carrera. Cierto es que disfrutó de tres campañas más en el Barcelona, pero nunca llegó a encajar en el sistema de Guardiola y acabó siendo la última opción en el ataque. Desde entonces, su fútbol no ha dejado de dar bandazos bajo camisetas históricas como Roma, Milán o Ámsterdam, donde no ha hecho más que desgastarse todavía más. Hasta que Mark Hughes se cruzó en su camino.

Ya le había intentado fichar cuando dirigía al Manchester City y cuando aún estaba en la cresta de la ola, allá por 2008. Este verano volvió a llamar a su puerta y Bojan, que tenía el teléfono echando humo tras recibir propuestas de Betis, Deportivo y similares, cogió el primer vuelo hacia la ciudad inglesa. Y es ahí, en una pequeña localidad cercana a Manchester, en el anonimato y cuando ya nadie esperaba nada de él, cuando ha estado a punto de volver a tocar el cielo. Lo ha rozado, de hecho, hasta que una rotura de ligamento cruzado se ha topado en su camino. Y eso que su inicio no fue fácil tampoco en Inglaterra y se antojaba fácil prever otro fracaso. Se pasó un mes trabajando en el gimnasio sin ver su nombre en las convocatorias y pensó en abandonar antes de tiempo. Hasta que ganó músculo y desde que lo ha hecho, sólo esta desafortunada lesión le ha parado. A los 24 años le llegó la madurez, acompañada de una dosis de confianza y Bojan al fin explotó, convirtiéndose en el jugador franquicia del Stoke en sólo tres meses. Mezclando fuerza, liderazgo, determinación y goles y asistencias, que al fin y al cabo es lo que cuenta, Bojan había vuelto al panorama internacional e incluso sonaban campanas de selección para él.

Ahora deberá esperar hasta la próxima temporada para volver a jugar al fútbol, porque en una sola acción ha derribado el trabajo que llevaba seis años construyendo. Hay algunos jugadores que nacen para esto, y Bojan pareció ser uno de ellos en su día. Pero hay otros que no cuentan con la fortuna suficiente como para acabar triunfando, y ese parece ser el español hoy. El fútbol ya le ha esperado una vez, ahora sólo falta saber si podrá afrontar este nuevo revés. Tendrá que hacer más del doble que los demás para conseguir la mitad de reconocimiento. Al fin y al cabo, el fútbol es ser bueno, pero también es suerte. Regatear las lesiones y que te pongan, sobre todo, que te pongan.

Bojan celebra un gol anotado al Arsenal / REUTERS


martes, 20 de enero de 2015

El 'Nuevo Del Piero' tenía magia

Dicen que la gente de Macedonia empezó a temer la muerte de Alejandro Magno mucho antes de que sucediera. Cuentan también, que su miedo residía en quién sería el líder de aquel imperio y en cuáles serían las represalias de aquellos a los que El Grande había derrotado, que no eran pocos; en si podrían hacer frente a todas las adversidades sin uno de los hombres más importantes, temidos y respetados de la historia. Su primogénito, sucesor en cuanto a títulos, apenas un recién nacido, no sólo no pudo sostener todo lo que había levantado su padre, sino que vio la muerte cuando apenas acababa de cumplir la docena de años.

Algo parecido sucedió unos 2400 años después en Italia, concrétamente hace una década. La Juventus apenas había vuelto a la categoría reina tras los escándalos de compra de arbitrajes cuando, en la 2007-2008, su Alessandro particular tocó el cielo con los dedos. Del Piero, santo, seña y ídolo de la institución, Acababa de cerrar su año más prolífico con la Vecchia Signora. Tenía 33 años, los mismos que iba a cumplir el otro Alejandro, Magno,  cuando falleció. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de los tifossi juventinos cuando pensaron cómo sería la vida sin su capitán. 

Giovinco celebra un título cuando
era sólo un niño / JUVENTUS
La respuesta medía 1'64 metros, tenía 20 años y respondía al nombre de Sebastián Giovinco, aunque también solía contestar cuando alguien preguntaba por La Hormiga Atómica. Llevaba desde los 9 años enrolado en la Juventus, equipo por el que confiesa amor profundo y eterno y ya había debutado con los mayores en algunos minutos en los que había dado muestras de su enorme talento e inagotable magia. Y es que, a la par que la llama de Del Piero se apagaba, la directiva del equipo bianconero se aseguraba el futuro del club y un recambio de garantías para su capitán renovando a Giovinco hasta 2013 en octubre de 2008. Y aunque el joven italiano, que lideraba entonces a su selección sub21, quisiera rechazar cualquier parecido con Del Piero, las coincidencias (y otras no tan fortuitas) quisieron que Giovinco se colgara para siempre el cartel del 'Nuevo Del Piero'. Ambos compartían a Pasqualin como agente y un movimiento de la dirección deportiva quiso que Giovinco cerrara su renovación y jurase lealtad al equipo de Turín en el Due Spade de Sandrigo, el mismo restaurante donde años antes Del Piero se había casado con la Juventus para un matrimonio de casi dos décadas de duración.

Giovinco, con el Parma / CLAUDIA VILLA
La presión que tuvo que soportar entonces fue terrible. Impropia para un nuevo adulto. Deschamps comenzó a darle galones fuera de su sitio, escorado en alguna de las bandas porque a Del Piero aún le quedaba algo de cuerda, incluso más de la que parecía. Tuvo que abandonar, entre lágrimas, el sueño de su vida, triunfar en la Juventus, y se enroló en las filas del Parma. Allí otro joven italiano como Candreva daba sus primeros pasos en el fútbol profesional y un histórico del club como Hernán Crespo convertía los últimos goles de su carrera antes del retiro. Precisamente el argentino fue el mejor socio de Giovinco en el primer curso, pues en el segundo, para sorpresa de todos, este pequeño italiano de 164 centímetros jugó como delantero centro referencia.

Su inteligencia para ganar pelotas divididas con defensores que le sacaban más de 20 centímetros en altura y varios cuerpos, su habilidad para caracolear y girar sobre sí mismo cuando controlaba la pelota, su polivalencia y los 27 goles convertidos en esas dos campañas le devolvieron la oportunidad de soñar. La Juventus llamó a su puerta y el segundo tren estaba a punto de salir de la estación. La decisión era compleja: seguir haciéndose un nombre en Italia, siendo la estrella de un equipo menor (al que dejó a pocos puntos de ir a Europa) y con las convocatorias con la selección aseguradas, o arriesgar para ir al equipo de su vida. Ese que no le había permitido disfrutar en la primera ocasión, el que le había exigido ser Del Piero cuando él sólo era Giovinco. El amor, que todo lo puede, acabó con Giovinco volviendo a Turín, aunque esta vez al Juventus Stadium, recién cambiado por el viejo Delle Alpi. La decisión, con todo, fue la más difícil de su carrera.

Llegando a la ciudad se encontró como saliendo del Due Spade de Sandrigo por segunda vez. Del Piero acababa de emigrar a Australia y el clamor popular, que había seguido las hazañas parmesinas de La Hormiga Atómica, le pidió que escogiese el dorsal número 10, el que Pinturicchio acababa de dejar vacante y que era el favorito del propio Giovinco (lo había llevado en el Empoli, en el Parma y en todas las categorías de la Selección de Italia). Él, queriendo regatear las comparaciones, intentando no tropezar con la misma piedra de nuevo, desmarcándose de tan odioso símil sorteó el 10 y escogió el 12. "No soy Del Piero, soy Giovinco. No quiero se Del Piero, quiero ser Giovinco". Un mensaje que sólo unos pocos entendieron. 

Antonio Conte, el creador de la nueva Juventus, sabedor de los mimos que necesitaba, fue su mayor valedor. Le dio minutos, galones y sobre todo, confianza y libertad. Entendió que jugar como segundo punta era su predilección y le acompañó del trabajo de Matri. Ahí Giovinco brilló y fue parte vital de la plantilla que consiguió ganar la Liga, tras nueve años sin hacerlo. El problema llegó un año más tarde, que fue la campaña pasada. No sólo llegaron Llorente y Tévez como principales refuerzos en el ataque, sino que Conte dotó a su equipo de un estilo mucho más físico y trabajador, algo para lo que la genética de Giovinco no estaba preparada. Alternó el banquillo con el césped y se terminó desquiciando él sólo tras pasar del éxito al ostracismo en tan poco tiempo. 

Giovinco, con la Juventus / AFP
El punto de inflexión llegó en un partido contra el Chievo Verona. Tras un mal encuentro en lo personal, Conte decidió sacar a Giovinco del terreno para dar entrada a Tévez. El jugador italiano se llevó los abucheos de la grada y una sonora pitada que le provocaron el llanto y la histeria mientras abandonaba el terreno. Conte, como un padre, salió a buscar al chico que caminaba cabizbajo. Lo abrazó, animó y se encaró con todo el Juventus Stadium por el gesto que acababan de cometer con un chico cuyo mayor delito era amar a unos colores, una ciudad y un club que había puesto expectativas equivocadas en él. 

Ese día Giovinco entendió que el amor no era recíproco, que el matrimonio no era eterno y pidió facilidades para salir cuanto terminara su contrato. La Juventus, desde su presidencia hasta su último aficionado, sabedores de haber condicionado la trayectoria de este talento de la naturaleza, no dudó en aceptar su petición de 'dejar morir en paz'. "Mientras defienda esta camiseta lo daré todo por ella", afirmaba tras haber firmado con el Toronto, su próximo equipo a partir de junio.

Y es que Giovinco, con sólo 27 años, se va a hacer las américas. Tiene seis millones de motivos para ello, los mismos millones de euros que cobrará por cada una de las cinco temporadas que ha firmado. Aunque la cuestión tiene más que ver con el desamor que con el dinero. Cerca estuvo de tropezar con la piedra por tercera vez, como ese enamorado que duda qué hacer cuando tiene enfrente a su amor imposible, porque estuvo a sólo un paso de firmar una renovación que al final rechazó. La llegada de Morata y la irrupción del canterano Coman, más competencia, le hizo abrir los ojos más incluso que cuando los celebraba. Sin duda, la salida de Conte le convenció para tomar la decisión de irse. Apalabró su fichaje con la Fiorentina, un histórico venido a menos necesitado de alegría, magia y calidad, un mejunje que Giovinco posee y que mezcla con ilusión. Pero los de Florencia, en un acto de cobardía, consiguieron la contratación de Diamanti y le cerraron las puertas a un Giovinco que, acostumbrado a que le rompan el corazón, se acogió al primer amante que vino y le aseguró estabilidad.

Y es que Toronto es una ciudad bonita, llamativa y fría. Su proyecto, con jugadores de la talla de Bradley, Altidore y Caldwell es llamativo para una MLS que cada día crece más y es todo lo atractivo que puede ser yéndose a una liga menor. Sea como fuere, nadie podrá nunca negar que Giovinco, que no el 'Nuevo Del Piero' tenía magia y que, aunque no supone el retiro, ha abandonado el fútbol mucho antes de lo que le tocaba. Hoy el fútbol de verdad llora la pérdida de uno de los suyos, de un ilusionista del tamaño de un crío que movía la pelota como la mayoría sólo sueña con llegar a hacerlo. 

Giovinco celebra un gol con la Juve / MARCO LUZZANI / GETTY IMAGES


miércoles, 14 de enero de 2015

Rooney necesita un amigo

Mira que funcionaba bien Sturridge como delantero centro de la selección inglesa, pero su viacrucis con las lesiones es un quiero y no puedo más digno de estudios paranormales que de temas futbolísticos. Había goleador para más de un lustro en las botas del ariete del Liverpool, pero se ha bajado demasiado rápido del tren en el que iba subido después de un gran Mundial individual, que no colectivo, y este deporte, en contadas ocasiones, es lo suficientemente justo como para esperarte.

Rooney, ahora en un estado de gracia que no recordaba desde hace algún tiempo, ha perdido a su mejor socio en la punta de ataque y como nuevo capitán de Inglaterra necesita alguien con quien compartir noches de juego. Ese que le abría los espacios cuando no existían para que él llegara desde atrás ya no está. El mismo al que servir un balón en las inmediaciones del área tenía más peligro que un elefante en una cacharrería. Con Rickie Lambert, tercero en discordia, en el olvido por méritos propios, los pross necesitan el gol como un naúfrago un barco.

Y es que Inglaterra parece haber sembrado, hace un par de décadas, las semillas del gol que ahora dan sus frutos. Estamos en época de killers en Las Islas y cada jornada que pasa, cinco candidatos a la selección se lo ponen más difícil a Roy Hodgson

Andy Carroll / Getty Images
Andy Carroll (26 años, West Ham): Hace poco más de cuatro años que Andy debutó con la Selección. Entonces, jugaba aún en el Newcastle, al que acababa de subir a Primera con sus testarazos imparables a la red. Demostró ser más que un buen cabeceador, pese a que no tenía esa su mejor arma bien amueblada, en la Premier y le llegó la llamada de Capello para solventar los problemas de una Inglaterra pobre de gol. Tuvo sus más y sus menos con el técnico italiano, que llegó a sugerirle que dejara la cerveza y se centrara en progresar. Su comportamiento díscolo y sus problemas interminables con las lesiones le relegaron a un segundo plano, y Hodgson, que llegó a contar con él, hace dos años y medio que no le llama. Carroll jugó el último de sus nueve partidos como internacional (ha marcado dos goles) en octubre de 2012, y ahora tiene más cerca que nunca una posible llamada. Se ha centrado, cosa que parecía imposible hace unos meses, tiene una relación estable (está prometido, algo impensable hasta ahora) y el West Ham vive de su buen hacer como islote. Siempre ha estado llamado a hacer cosas grandes y es ahora cuando ha dado el paso definitivo. Se siente importante en Londres, donde los hammers disfrutan de su mejor versión y sueña con quitarse al fin esa losa de ser el chico de los 40 millones de euros. 

Charlie Austin / Getty Images
Charlie Austin (25, QPR): Es el obrero del gol. Nadie sobre la faz de la Tierra imaginaba sólo hace cinco años, cuando Charlie tenía 20 (edad a la que las estrellas ya están jugando al máximo nivel), que podría llegar a jugar siquiera en la Premier. A base de goles (más de 200 en estas cinco temporadas), este chico que acompañaba a su padre como chapuzas en la construcción, ha pasado de alicatar baños a jugar en la máxima categoría del fútbol inglés, escalando peldaño a peldaño. Nunca ha tenido el reconocimiento de otros, sus informes no figuran en la federación desde que era un adolescente y no ha tenido un seguimiento propio. Los 13 tantos que ha anotado en su primera temporada en Premier hasta la fecha, son su carta de presentación al mundo, su alfombra de bienvenida a la selección y el mejor reclamo que tiene el QPR para soñar con la salvación. Austin, que ahora sí, está siendo observado con lupa por Hodgson, también pelea por ser el máximo goleador de la temporada. Sus características son las de un delantero todoterreno. Posee un gran disparo desde media distancia, golpea bien con las dos piernas y remata a un toque como los mejores arietes. Es oportunista y las comparaciones, que suelen ser odiosas, ya le han equiparado con Alan Shearer, el máximo goleador de la historia de la Premier. Nada mal.

Berahino / Getty Images
Saido Berahino (21, West Bromwich Albion): Es el prototipo de jugador de selección. Lleva con los pross desde la sub16 y ya ha sido convocado con los mayores en una ocasión, aunque no consiguió materializar su debut. No es un goleador nato al uso, sino que más bien es un complemento, un ratonero para un verdadero jugador de área. Es joven y aún algo endeble, pero su electricidad con y sin balón sirve para poner en aprietos a toda una línea defensiva. Cae bien a las bandas y tiene buen trato de pelota, además de ser un buen lanzador de faltas. Su inicio de temporada fue esperanzador y por ahí llegó la llamada de Hodgson, pero la carga de partidos le está afectando ahora, a mitad de curso e incluso ha perdido la titularidad en el West Brom, donde su entrenador ha afirmado querer cuidarle para que llegue bien al último tramo de la campaña. Es quizás ahora el último de la lista, pero a su favor cuenta el hecho de que ya ha estado concentrado.

Danny Ings / Dan Westwell
Danny Ings (22, Burnley): Todo lo contrario al resto. Elegante en la conducción, rápido juego de piernas y un abanico inimaginable de recursos cuando se aproxima con la pelota en la medialuna del área. Nunca ha destacado como un goleador, pero la marcha de Austin al QPR le hizo coger galones y la responsabilidad de perforar la portería rival pasaba por él. No ha defraudado portando ese testigo y en este su debut en Premier el Burnley se acoge a sus goles para ganar puntos vitales. Acaba contrato en junio y los equipos de la parte media alta de la tabla, así como algún grande, ya han llamado a su puerta. Él no tiene prisa, ha pasado en sólo dos años de ser un jugador del montón, uno más, a considerársele como una futurible estrella. No obstante, sólo ha acudido con Inglaterra en el último eslabón, la sub21, antes de dar el gran salto.

Harry Kane (21, Tottenham): Es indudablemente el chico de moda de la Premier. Terminó el curso pasado llamando a la puerta de Pochettino y éste le ha correspondido a su buen trabajo sobre el campo. Con dos delanteros de billetes como Soldado y Adebayor por delante, ha tenido que hacer más del doble para conseguir la mitad de reconocimiento, pero no se ha puesto nervioso a la hora de ganarle la partida a esos dos arietes mucho más contrastados y con una gran carrera goleadora. Un delantero completo, que no es un 10 en nada pero sí un 8 en todo, que empezó jugando la Europa League como premio para acabar ganándose la titularidad absoluta en todas las competiciones, en las que suma ya 15 tantos esta campaña (24 partidos). Además, no se esconde ante equipos grandes y sacó de quicio hace unos días al Chelsea de todas las formas posibles para acabar llevándose el derbi londinense. La voz popular le pide a él y, quizás por eso, esté el primero en la carrera por ser el nueve inglés. Su golpeo a balón parado, además, es un arma del que carecen la mayoría de delanteros, lo que le hace ser más completo incluso. Llama a la puerta de los pross, y tiene pinta que como no se la abran, la va a tirar abajo más pronto que tarde.

Harry Kane / Kieran McManus / BPI